martes, 18 de diciembre de 2012



3 “EL FUNERAL”


-Nos han invitado a un funeral- le comenta Pipisí a su marido cuando éste llega del trabajo una tarde.

-¡Mujer, a un funeral no te invitan! No es precisamente una fiesta – responde Mr. Perfect divertido, y añade -¿De quién?

-¿Ah no? ¿Entonces cómo se dice listillo?

-Pues te notifican, te informan, te avisan….no sé, de que se celebra un funeral y uno va o no, creo yo. Pero desde luego no te invitan. ¿Qué de quién se trata?- Repite él paciente mientras se quita la corbata delante del armario del dormitorio.
Pipisí que le ha seguido por el pasillo hasta la habitación, se sienta sobre la cama como hace siempre mientras él se desviste después de una jornada de trabajo y principalmente cuando tiene algo que contar, que suele ser muy a menudo.

-Pues yo creo que nos han invitado….desde luego a mí me sonó a invitación. Bueno, da igual, que tenemos funeral vaya.- Insiste Pipisí.

- ¿Qué quién se ha muerto mujer?- repite Mr. Perfect ya desesperado.

-Fermín, el marido de Elena, ¿Te acuerdas? Creo que lo viste un par de veces, en alguna fiesta por ahí. Era un pesado…A mí me caía fatal.- Afirma ella sin ningún pudor.

-Mujer, se ha muerto, no hables mal de él que queda horrible. Además ¿No estaba enfermo?- Increpa Mr. Perfect.

-¡Anda! Ahora resulta que porque se ha muerto ya no se puede hablar mal de él…¡Pero si ya está muerto! No nos va a oír y desde luego tampoco se va a ofender por los comentarios que hagamos sobre su persona.- Responde ella muy altanera y sonriente. –Y sí, tenía cáncer de próstata creo.

- Ya, pero eso no se hace. Por lo menos así me lo han enseñado a mí.- Replica él.

-Mira, amor, a mí eso de que una persona que en vida ha sido de lo peor, que a todo el mundo caía mal y que, de veras veritas, le importa un pepino a la gente que se haya ido para el otro barrio, pase ahora a ser un bendito sólo porque se haya muerto precisamente, me parece muy pero que muy gazmoño.

-Vale, puede que tengas razón, pero como ya está muerto, nada se puede hacer para cambiar lo que era.- Insiste Mr. Perfect y vestido con ropa más cómoda sale del dormitorio dispuesto a servirse una copa de whisky, con hielo y un chorrito de agua y a sentarse a ver el partido de liga que ponen hoy en la tele. Está contento y no quiere seguir hablando de Fermín de forma póstuma.

Pipisí le sigue por el pasillo de vuelta al salón sin saber los planes de Mr. Perfect y consciente de que aún no le ha dicho lo más importante. De alguna manera, lo ha estado demorando a propósito para que tenga mayor impacto cuando se lo diga y es que ella siempre ha tenido una muy oculta vocación de actriz. Se dirige a la cocina y él al salón.
Cuando le ve entrar en la cocina con la botella de licor en la mano, se da cuenta de que él tiene ya algo pensado para pasar la tarde y no incluye ir de funeral. Ahora se siente un poco culpable por no haber hablado antes.

-Cielo ¿Quieres una copa?- Pregunta Mr. Perfect amable.

-Cariño, no he terminado de contarte lo de la invitación al funeral.- Y pone carita de niña buena.

-¿Eh? Vale, que ya me lo has dicho, tenemos que ir al funeral de Fermín, bien.- Y se dirige al frigorífico con un vaso ancho y pesado a preparar el hielo.

-No, es que el funeral es hoy por la tarde. Han estado muy ocupados con todo el ajetreo de los preparativos y eso. Me llamaron por la mañana, pero bueno, yo te lo digo ahora, no me pareció tan urgente para llamarte y decírtelo antes.- Se excusa sin querer Pipisí, sintiéndose cada vez más culpable. 

-¡Aghh! No me digas que hay que ir ahora precisamente. ¡Joder! Hay partido y estoy a punto de sentarme a descansar y tomar algo.- Y repentinamente se le pone cara de pocos amigos.

-La culpa no es mía- se disculpa Pipisí, e intenta arreglarlo de una manera suave, como sólo ella sabe hacer para calmarle la creciente decepción, -Podemos ir un ratito y luego nos tomamos algo por ahí, total las niñas no vendrán a cenar y no tenemos prisa.- Comenta entusiasmada y piensa: ¡Qué gran idea he tenido!.

-Ya, pero me sigo perdiendo el partido.

-Lo podemos grabar.- Ofrece ella generosa.

-Pepa cielo, los partidos de fútbol no se graban, eso ya no tiene gracia, se ven cuando se juegan o no se ven. Punto.- Le contesta con cierta ira contenida.

Creo que está enfadado. Piensa ella. Y mientras lo piensa se acerca, le abraza y le da tiernos besitos en los mofletes, como para curar su desilusión. Está segura de que funcionará, siempre funciona, además a él le duran los enfados, o como en este caso, las decepciones, un suspiro. Es simplemente, Mr. Perfect, por lo que no podría ser de otra manera. Una vez solucionado este problemita, se pone de inmediato a pensar en qué narices va a ponerse para el maldito evento.

Van juntos en el coche hacia el lugar elegido por la familia para “celebrar” el funeral. Una especie de tanatorio a lo siglo XXI. Se supone que no es el típico tanatorio donde va el resto de los mortales, ya se lo avisaron por teléfono; además no habrá misa, ni sepelio, el muertito no era creyente. Mejor, piensa Pipisí, menos trabajo para la familia, que después de todo es la que luego tiene que apechugar con los gastos y todo el ceremonial. El muerto simplemente se pira al más allá y le dá igual lo que sucede en el más acá. Piensa filosóficamente con expresión seria, mientras mira por la ventanilla sin ver nada en realidad.

- Bueno, aprovechando el funeral, veremos a un montón de gente de la pandi.- Comenta casi alegre Pipisí nuevamente.

- Hombre, no creo que sea el mejor lugar para ver a nadie en realidad.- replica él. – Es un funeral y hay un muerto de por medio, creo que los ánimos estarán bastante destrozados ¿no? Sería lo lógico.

- Pues no sé yo, después de todo era un impresentable. Y ya sé que no quieres hablar mal de él, ahora que ya no está, pero eso no cambia el hecho de que era un impresentable.- Asevera ella retomando la conversación anterior y erre que erre.

- Ya, pero eso ya no se puede arreglar.- contesta él – Además, si ya no está, ¿Qué más da?

- Pues eso mismo digo yo, que solo por morirse no se cambia de un manotazo todo lo malo que uno ha ido haciendo a diestro y siniestro. Éste aparte de impresentable, era un mujeriego, un borrachín, un manirroto, carente de ambición y para más inri un payaso descomunal sin gracia alguna. ¡¡Y feo de cojones!!

- Hija, pues sí que te has despachado a gusto. Menos mal que se ha muerto, que si no lo matas tú con tus insultos.

- Pues me he quedado corta, que conste, si vieras los calificativos que le cuelga, perdón, colgaba su mujer…- dice Pipisí.

- Bueno, ya hemos llegado, déjalo estar y compórtate que nos conocemos, Pepa. – Mr. Perfect aparca el coche con movimientos diestros y expertos, apaga el motor, sale y coge de la mano a su mujer que finalmente va de “total black” o para entendérnoslos patrios, de negro riguroso. Suben juntos las escaleras de la entrada y tras cruzar la doble puerta principal de robusta madera, entran en el salón-tanatorio-informal o como quiera que se llame a estos nuevos sitios. Luego, se quedan mirando el espectáculo con cara de póker, o mejormente con cara de “no doy crédito”.

La sala, muy concurrida por cierto, está llena de centros de flores y coronas con brillantes lazos, además de haber repartidas por toda la zona, sillas, sillones, algún cómodo sofá grande; hay muchas mesitas bajas y altas y una legión de camareros uniformados caminado entre la gente con bandejas. Hasta aquí todo normal, si no fuera porque las flores son todas blancas, o sea más apropiadas para una estupenda boda, los lazos son todos rosa, el color preferido de camisa de Fermín, y sobre las mesas brillan las copas de cava, de vino blanco y tinto y vasos largos con combinados de colorines. Los camareros muy solícitos se mueven ágilmente con bandejas de pequeños canapés y vasos. Se puede oír de fondo los acordes de las mejores canciones de Simon & Garfunkel, ahora suena “Bridge over troubled water”. Los “invitados” vestidos de todo menos de funeral, charlan animadamente mientras dan buena cuenta de lo que allí se ofrece. Algunas carcajadas se mezclan con los acordes musicales.

Pipisí aprieta cada vez más la mano de Mr. Perfect hasta que él se suelta y gíme.

- Pepa, no me la rompas que la necesito aún,…- pero su cara es un poema.

¡Uy, lo siento amor¡ No me di cuenta. 

Y de nuevo se pone a pensar que es la única persona vestida de negro de todo el maldito funeral. ¡Joder! Una ya no sabe cómo ponerse para ir a los sitios. Siguen de pie, sin moverse, frente a la alegre multitud, hasta que Elena, la viuda, les ve y se acerca sonriente. Está muy maquillada y lleva un rojo de labios muy sexy. Viste un entallado traje pantalón de raya diplomática azul marino con una camisa verde que le resalta el color de sus ojos y un escote que hace saltar los ojos de los demás. Pipisí dolorosamente tiene que admitir que está realmente guapa. Les saluda muy amablemente, con besos y esas cosas y les invita a pasar y a papear. 

-¡¡¡Pero si esto es una fiesta!!! – Le comenta groseramente Pipisí.

-Sí, sé que os sorprende, - replica Elena – Pero esto es exactamente lo que el pobre Fermín hubiera querido, así rodeado de sus familiares y amigos y con todo lo que más le gustaba, su música favorita, la comida, la bebida y mucha alegría. Uy, perdonarme, que ha llegado más gente, luego seguimos hablando.- Y se va caminando sobre sus altos tacones contoneando el culo cual guarrilla en celo. 

- ¡Jolín con la viuda! – Esa es la voz de Marta, que le susurra de repente al oído mientras agarra del brazo a Pipisi y se la lleva a una esquina. - ¡Si lo sé, vengo antes! Menuda “fiestuqui”, si todo el mundo hace lo mismo, a partir de ahora no me pierdo ni un solo funeral….jajaja.- ríe ella sola. 

– ¡Chsss! Oye un respeto – la corrige Pipi – que ya bastante escandalizada estoy por hoy. Tíííííía, y yo de negro, que bochorno, me siento absolutamente fuera de lugar, y nunca pensé que diría esto vestida de negro en un funeral. 

-Tú eres demasiado formal, te lo he dicho millones de veces. Tienes que soltarte hija. – contesta Marta que, por supuesto, no va de negro.

-Ya, suelta como Elena….que si se suelta más, viene al funeral en biquini, se pilla una curda de aúpa y sale de aquí directamente con su pareja nueva a la habitación del hotel ¿no? Es que de verdad… - Pipisí parece cabreada, pero en realidad está más confusa que otra cosa.

-Mira, de buen maromo se libró, y estará feliz hija qué quieres, ahora le toca vivir un poco, y me parece bien. ¿Qué esperabas, lloros, gritos y golpes de pecho? Ahora ya no se lleva eso de que te dé un jamacuco en el cementerio ni nada por el estilo. De hecho, a Fermín lo creman esta tarde, así que ni escena de cementerio habrá.- replica Marta sonriendo y sorbiendo ruidosamente su combinado.

- Sí, eso es verdad, no lo niego,- dice Pipi – pero al menos que disimule un poco su alegría, que solo le falta tirar cohetes. En fin. Ojos……

Pasean ambas despacio por la sala, del brazo y con sus copas en la mano, mientras, “sin querer”, van oyendo los comentarios de la gente: “Sí, era tan joven…”, “Querida, te acompaño en el sentimiento”, “Ya, es que no somos nadie ¿verdad?”, “Lo sentimos muchísimo, es una gran pérdida para todos..”. Y después de la frasecita de rigor, se van directos a las copas, a los canapés y a charlar con fulanito o menganito: “Hombre…, cuánto tiempo sin verte”. Desde luego, España es diferente, como dice el eslogan.

-La gente es muy rara.- Afirma Pipisí.

- No, la gente es muy hipócrita. – Rectifica Marta.- Y ya sabes, después de todo, desde los inicios del mundo, siempre ha sido el muerto al hoyo y el vivo al bollo, querida. Es ley de vida. Bueno me voy, que luego he quedado y ya no llego. Ciao.- Y le planta tambaleante dos besos muy sonoros a Pipi en los carrillos.

¿Ya está borracha ésta con una sola copa? – piensa la amiga.

Pipi ve a Mr. Perfect hablando con alguien, mientras se toma una copa de vino. Uff, no recuerdo el nombre de ese. Mejor me acerco y disimulando le aviso para irnos ya, y despacito pasa por detrás de Mr. Perfect y le pellizca el culo, mientras sonriendo le dice muy bajito: - ¿Ves cómo era una invitación? -
(Continuará…)



lunes, 3 de diciembre de 2012



2  “LOS  PLANES”

Pipisí se despierta temprano. Se levanta y se pone una bata a juego sobre su camisón de seda. No usa pijamas, a su marido no le gustan. Hoy tiene planes. Ha decidido dedicarse la mayor parte del día a sí misma. Es genial. Mr. Perfect tiene comida de trabajo, lo cual es simplemente “perfect” y las niñas, dos y bien creciditas ya, van a lo suyo hoy y tienen cientos de cosas que hacer hasta bien entrada la tarde. Ha planeado aplicarse una mascarilla facial hidratante que le han dicho de buena tinta que es mágica, poner su música favorita en el baño, encender cálidas velas de olor, servirse una copa de un buen sirah y darse un baño relajante con mucha espuma……...bueno y pasarse la epilady, que ya toca. -¡Qué coñazo!- Piensa, y luego recapacita optimista -Pero con mucho glamur también.

Mientras se toma un primer café de pie junto a la ventana de la cocina, mira con gusto cómo caen las gotas de lluvia. No le gusta la lluvia. A ver, siendo del todo justos, eso no es del todo exacto. Le gusta la lluvia con limitaciones. Lo que no le gusta es mojarse con ella. La humedad hace estragos con su fino pelo y le produce de inmediato unos caracoles a lo “pueblini” que odia. Es una simple cuestión de imagen.

Se queda pensando: “Después del botox tengo que plantearme seriamente pasarme al láser, lo de la epilady me da tanta pereza y duele que te ca…” – decide muy seria.

Suena el teléfono. Es Marta.

-Hola Marta, ¡qué madrugadora!

-Hola guapa ¿no te habré despertado no?

-No mujer, hace rato que estoy despierta; además ya se han ido todos y estoy sola tomándome el café.

-Oye, ¿te importa si voy a desayunar contigo? – pregunta - Es que hace tiempo que no te veo y así charlamos un ratito.

-Si mujer, ven cuando quieras, pero yo ya he desayunado algo - responde Pipisí.

-Da igual, venga ya voy, llego en nada- y corta rápido.

Cuelga el teléfono y piensa para si: espero que no se quede mucho, tengo planes para hoy. ¡Uy! cualquiera sabe, con lo que se enrolla esta tía.

Veinte minutos más tarde aparece Marta por la puerta. Huele a lluvia. Pipisí le recoge el paragüas mojado y lo lleva a la terraza cubierta.

-¡Joder cómo llueve!- grita Marta como si estuviera enfadada con la lluvia, pero a ella, al contrario que a Pipisí, no le importa mojarse. La cabrona tiene un pelo genial.

-Ya – contesta su amiga – por eso mismo no pienso poner un pie fuera de casa hoy, además tengo planes – y sonríe como si tuviera un secreto super guarro que no piensa compartir con nadie.

Marta la ignora vilmente.

-¡Qué hambre tengo! ¿Desayunamos? Ligero ¿eh? Que estoy a dieta – y se va a la cocina.

-¿Otra vez? – replica Pipisí y la sigue a la cocina.

Las amigas se sientan a la mesa de la cocina. Hay café, croasanes, palmeritas, mantequilla y mermelada.

-¡Qué rico! – exclama – Y se sirve un croasan, dos palmeritas y un buen café con leche y azúcar.

Pipisí, que ya ha desayunado, se sirve el segundo café. Ella lo toma largo, negro y sin azúcar. No le gusta dulce, pero en realidad nunca lo ha tomado con azúcar, así que, en realidad, no sabe si le gusta o no. Solo sabe que sin ella, el azúcar, le sabe muy bueno. Lo de la leche siempre lo tuvo claro. El café con leche le recuerda a su abuela, la única abuela que conoció en su infancia y que murió cuando aún era muy niña. Recuerda que su abuela tomaba siempre para desayunar, en un tazón enorme, de esos que no tienen asas, un enorme café con leche y le ponía dentro con mucha paciencia pan “migao”. A Pipisí, o a Finita, como ella la llamaba, le daba esto mucho asco. Claro que su abuela era muy pero que muy de pueblo, no tenía más que cuatro dientes, no llevaba nunca bragas y olía a viejo, como a rancio. Tampoco cree que llevase sujetador, no lo recuerda ¿o sería refajo?. En resumen, que el café con leche es cosa de viejos.

Marta lleva diez minutos hablando sin parar. Ya se ha zampado el croasan y las palmeritas. Coge otro croasan disimuladamente.

-¿Pero tú no estabas a dieta? – pregunta Pipisí.

-Sí, pero hoy no me siento bien, y necesito azúcar directo en sangre – responde con un puchero y se sirve otro café con más azúcar y empieza a revolver muy enérgicamente con la cucharilla.
-¿Qué te pasa? – pregunta la amiga - ¿Problemas en la ofi?

-No, pero creo que lo voy a dejar, el trabajo digo. Estoy muy harta.

-¿Pero por qué? Creí que te gustaba este empleo – replica sorprendida. Marta es psicóloga además de sexóloga, o “pichicóloga”, como lo define Pipisí. Es un tema recurrente. Hace años tuvo una consulta compartida con un colega de profesión y compañero de facultad que no funcionó demasiado bien y que cerró a los doce meses. Lo del nombrecito viene de que absolutamente todos sus pacientes estaban relacionados con ésta su última titulación, y eran todos varones impotentes, así que, una adaptación lingüística a su labor profesional era casi una necesidad. 

-No te precipites – añade Pipisí – Que luego te arrepientes y es peor. Si lo dejas ¿qué vas a hacer, abrir una consulta de psicología tú sola? Porque la “pichicología” te dejó agotá, que yo sepa – y frunce el ceño.

-Uff, no lo sé – responde – No estoy segura de nada a estas alturas de mi vida, y encima me ha llamado Sinfo y me ha dicho que regresa unos días más tarde. Estoy harta – repite enfadada.

-Jolín Marta lo tuyo con Sinfo es de pena hija – le riñe su amiga – Y perdona que te lo diga pero toda la culpa la tienes tú solita. Te lo he dicho mil veces. Este novio tuyo parece la regla: viene una vez al mes a verte, cuando lo hace te jode la vida y te enferma, a veces se retrasa en llegar y te hace sufrir, es grosero, sucio hasta decir basta, tanto que muchas veces te da “ascuni”, no tiene nunca un detalle contigo, te cuesta dinero y para más inri, cuando finalmente se va luego estás más contenta que unas castañuelas. Y encima se llama Sinforiano ¡¡por dios!!. Lo que yo digo, es el puto periodo con pene – Pipisí ha ido subiendo el tono de voz sin darse cuenta mientras le canta las cuarenta a su amiga. No le gusta verla triste pero sabe que ella tiene razón y piensa ser muy sincera esta vez, aunque le duela.

-Joooo Pipi, no me grites que estoy fatal……- lloriquea Marta.

-Es que lo tuyo es de llorar hija. Pero si eres psicóloga, aplícate un poco el cuento contigo y a ti misma. No, si ya lo dice el refrán “en casa del herrero cuchillo de palo” – asevera Pipisí, y casi está sin respiración después de la perorata. ¡Uff! ¡Qué calor tengo! – piensa de repente y se quita la bata, medio sudando.

-Tú, es que eres muy fuerte y decidida y lo sabes todo, pero no es tan fácil; llevamos más de cuatro años juntos, y eso no se tira por la borda así como así – se defiende Marta.

-No, llevas cuatro años tú, él lleva una cuarta parte. Y no voy a mencionar los cuernos que luces puestos por no ser cruel contigo, que hoy no estás bien – dice Pipisí muy seria – ya sabes, como dicen los americanos “once a cheater, always a cheater” (tramposo una vez, tramposo siempre, sería la traducción literal).

-Bueno hija, también puede ser “una vez maté un perro y mataperros me pusieron” no creo que vaya por ahí tirándose a otras todos los días – contesta Marta un poco chulita.

-Pues yo digo que “el que hace un cesto hace ciento” – responde Pipisí más chula todavía.

-Y yo te informo que “se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio” – espeta ella enfadada.

-Oye, ¿Tú sabes algo que yo no sepa, amiga?– interrumpe Pipisí.

-Yo nada, no seas lerda mujer, estaba bromeando. Peeero……, eso no quita que pueda pasarle a cualquiera, incluso a tu churri. ¡Además, qué es esto! ¿Un dos tres refranes otra vez? Ya estoy harta. Vamos a dejarlo. Y lo del nombre no es culpa suya, fue una apuesta de su padre que es un bestia del arao. 

-Mira que eres mala, también te puede caer encima una cornisa mañana mientras vas a tomar el café y matarte en el acto, pero yo no voy y te lo restriego por los morros - le recrimina Pipisí a Marta y ya de mala leche.

-Vaaaale, déjalo, que las cosas no van por ahí - Y mira el reloj, como quien acaba de guardarse un gran secreto – Oye que me tengo que ir y se me ha hecho tardísimo. Me piro. Gracias por el desayuno. Oye los dulces, ¿dónde los has pillao?- pregunta.

-Son de la pastelería de abajo- miente Pipisí como una bellaca.

-Pues estaban que te ca…  - afirma Marta y se levanta para irse a toda prisa.

-Me alegra que te gustaran – menciona Pipisí muy modosita y vuelve a pensar con alegría en los planes trazados antes de la visita de su amiga. Jajajaja es mi hora. ¡¡¡Yupi!!!!

Pipisí mira el reloj de la cocina, mientras se dice: Joder es tardísimo y yo sin hacer nada aún, a ver si se va esta plasta.

Suena el móvil, Pipisí lo coge sabiendo que es Mr. Perfect. ¡Ay madre mía!!. ¿Y ahora qué?

-¿Hola?

-¡¡Sorpresa!! Ratita que se ha cancelado mi comida voy a comer a casa contigo, haz algo rico ¿vale? Nos vemos en un rato – Se despide.

- Vale, te veo luego, besos. Cuelga. ¡¡Mierda!! ¿Y ahora qué? ¡Dios, todos mis planes a tomar por el cu.., ahora voy y me pego un tiro……….aghhhhhhh!!!! 

Pipisí regresa a Marta. Y esta que no se va ni con lejía, lo dicho, me pego un tiro ya – Le vuelven los calores y ya no tiene nada más que quitarse exceptuando el camisón rosa con puntillitas.

-Bueno hermosa dame un besito que ya me voy- concluye Marta al fin y la devuelve a la realidad del aquí y el ahora.

Pipisí abre la puerta y pulsa el botón del ascensor. Mientras esperan Marta le dice:

-¿Y tú por qué estas aún en camisón guarrilla?- bromea.

-Perdona, pero estaba en bata, no en camisón.

-Yo te veo en camisón – repite.

-Ya, pero es que me la he quitado, tenía calor hija, qué quieres…..- replica.

-Ya, la menopuchi, tú ya me entiendes - aclara la doctora Marta a la vez que le planta dos besos en sendos carrillos a su amiga con cariño.

-Pues no, lista, simplemente tenía calor, ya ves, – aclara Pipisí de mala gana mientras le devuelve los besos. Mira la graciosa esta, piensa. Y responde:

-Oye, ¿Tú no trabajas hoy?

Llega el ascensor, Marta se mete dentro y pulsa el 0, y mientras se cierra la puerta, le contesta alegre cual pajarillo cantarín:

-Hoy no, me he tomado el día libre para mimarme un rato y hacer cosas de chicas. Tú deberías de hacer lo mismo. Adiós guapa, te llamo luego - Y la puerta del ascensor de cierra dejando a Pipisí plantada como una imbécil en el rellano.

(Continuará…)



martes, 13 de noviembre de 2012



1 “UN DÍA CUALQUIERA”

Se mira en el espejo y se ve mayor. Curiosamente por dentro se siente igual que cuando se miraba en el espejo hace años, pero la imagen exterior que le devuelve no es la misma. Ella lo ve y lo sabe: la piel un poco más marchita, los ojos que ya no brillan tanto, el perfil de su rostro que se desdibuja muy lentamente, el pelo que pierde soltura…..y bla bla bla.

-Del cuello para abajo, mejor no miro. Se dice. ¡Qué leches! A ver si me decido de una vez y busco algún sitio majete para que me miren bien las malditas arruguitas y me pongan botox, que seguro que con eso estaré “compuesta” unos años más. ¡Hala! Ya basta de mirarte al espejo. Se ordena.

Nuestra amiga es Pipisí. ¡Vaya nombre! No se lo puso ella, la pobre. En realidad sus progenitores, que eran muy tradicionales y tenían el gusto en el cu.., le pusieron Josefa, Pepi en el calor ñoño del hogar paterno y posteriormente conocida como Josefina en el colegio; Fina solo para la familia que se ve de vez en cuando, mayormente en bodas, bautizos, comuniones y funerales; Finita para los abuelos, pero a ellos se les permite todo; Pepa, que sonaba muy liberal y aguerrido, para los compis de la universidad, y finalmente Pipi para su mejor amiga, Marta, esa con la que uno está predestinado a encontrase el primer año de cole, y que te acompañará durante muchos años de tu vida; con la que se comparten penas, alegrías y demás cuitas, a la que se le cuenta todo todito, con la que no puedes parar de hablar por teléfono, aunque hayas pasado hoy mil horas con ella, que te entiende, te conoce, te quiere y es como algunos árboles,  perenne y presente. Esa misma, ingeniosa a rabiar, siendo aún muy pequeñas ambas, le dijo un día:

-Te voy a llamar Pipi-sí. Pipi porque me gusta más que Pepi y sí porque siempre dices que sí a todo. Eres la mejor amiga que se puede tener. Y nació Pipisí. ¡Horror! Menos mal que no lo sabe nadie aparte de Marta. Imagínate el abuso y la coña.

Es jueves, su día favorito de la semana, pero hoy no está demasiado contenta.

-Hoy no tengo ganas de hacer nada - dice Pipisí por teléfono a Marta -Estoy super “chof”.

-Pues hija, no sé de qué te quejas tú, tienes todo el tiempo del mundo. Si estuvieras como yo, condenada a levantarme todos los días para ir a la maldita oficina y verle la cara a la gilipollas de mi jefa…..¡Eso sí que te jodería! 

-No lo digo por eso, a mí no me importaría ir a trabajar, ya lo sabes. Me gusta tener un propósito al levantarme y ponerme mona por las mañanas. Tener que pensar en qué ponerme al día siguiente, por ejemplo, es un buen ejercicio diario y te mantiene activa. El aburrimiento es “mu” malo quilla.

-Ya, si solo fuera eso guapa…tener que ir a trabajar todos los días y aguantar al jefe ocho horas seguidas no tiene nada que ver. Seguro que si estuvieras en mi pellejo no tendrías ganas para el glamour del ¿Qué me pongo mañana?

-Lo sé mujer, estoy de coña- admite-. Bueno te dejo que me tengo que ir a chapa y pintura que salgo a comer.

-Vale. Luego hablamos.- Y ambas cuelgan.

Ya en el dormitorio, y frente al armario, piensa: ¡Uff! No sé qué coño ponerme, creo que hará calor. No tengo ni idea de dónde vamos a ir a comer, a ver si me emperifollo mucho y luego doy el cante.- Abre a puerta izquierda del armario y mira dentro. Son dos puertas correderas, justo las que no le gustan, pero claro, son las que menos ocupan, mientras abre la puerta hasta el final se distrae y se pilla la punta de los dedos contra el marco derecho. 

-¡Joder!- grita.

-Siempre me pasa igual con las malditas puertas…¡Pero qué asco las tengo! ¡¡¡Aghh, qué dolor!!! Odio estas puertas. Quiero un vestidor…..por favor, sin puertas, ni límite de espacio, lo necesito ¡YA!

Después de quince minutos está maquillada. Últimamente no le gustan los resultados. Algo falla; es un no sé qué, qué sé yo, que no le convence. 

-Creo que necesito el botox para ayer.- determina muy segura. 

Al final, no se arriesga y termina por sacar del armario lo que siempre se pone estos días. Repite unos pantalones de algodón de pinzas, una camisa de rayas (ella siempre ha sido muy de camisas, por lo de ir pulidita y eso) y un jersey a juego. Vaya, piensa, no sé si he engordado, no creo, o eso o tengo las tetas más grandes, esta camisa antes me cerraba y ahora el botón del medio me hace un hueco muy feo…..Bah, qué más da, llevo un jersey encima.

Nada de calcetines. Odia los calcetines y de paso las medias también. Se calza con unos botines horribles de color rata que aún no ha tirado directamente al cubo de la basura porque está esperando a comprarse otros que los reemplacen. Hay que ser muy lógico y práctico con eso de tirar. Regla de oro: no se tira nada antes de reemplazarlo por uno nuevo. Eso lo aprendió siendo joven y por experiencia propia. 

–¿Pero cómo es posible que me haya comprado yo estos botines tan horripilantes? ¿Y voluntariamente? Sin que nadie me haya obligado con una pistola apuntándome a la sien…..Yo, que tengo tanto gusto….Dios…cada vez estoy peor, parezco mi abuela.- se dice en voz alta.

Mientras cambia todas su cosas de un bolso negro a otro de color crema, cosas por otro lado, absolutamente necesarias e imprescindibles para la supervivencia en la cruel calle, piensa por enésima vez que lo que de verdad le gustaría es coger todo lo que tiene en el maldito armario de puertas correderas y tirarlo por la ventana, ver las prendas caer y volar hasta la acera, dejar todas las perchas vacías y salir rauda y veloz a comprar un entero, moderno y desafiante guardarropa nuevo.

 -¡Bah! Qué gustazo tiene que dar eso. ¡Qué “subidón” tan genial! Estrenar ropita todos los días…Jajaja, ¡Y qué tonterías me digo yo a mí misma!

Suena el abrir y cerrar de la puerta de la calle. 

-Ha llegado “Mr. Perfect”- concluye. 

Mr. Perfect es el marido, y es un santo y un salao. Se conocen desde tiempos inmemorables piensa Pipisí, o sea desde hace la tira, y llevan casados esos mismos años. La historia fue simple, chica conoce chico, chico se enamora de chica, chica no le hace ni caso, chico insiste hasta la saciedad, chica se lo piensa un tiempín, chico no se amilana (no es de esos), y finalmente chica da el sí y llevan la tira de años felices. Lo de Mr. Perfect, es el nombre secreto que Pipisí le puso después de llevar algunos meses juntos. Sabe que vivir con ella tiene lo suyo, aguantarla a diario, y sobre todo entenderla es complicado, y se necesita sobre todo una gran dosis de paciencia, en ocasiones infinita. Pero sobre todo está convencida de que él llegó a su vida en el momento perfecto, son la combinación perfecta y se entienden a la perfección sin tener que articular palabras. Ella es consciente de la suerte que tiene, y se lo agradece diario, a través de pequeños detalles y mimos que él devuelve presto y feliz. Son tan monos juntos.

-¿Ya estás? Uy qué guapa- él, siempre tan galante piensa ella. 

–Tú también estás guapete.- replica--. Va, vámonos que se nos hace tarde para comer y encima tengo que pasar por el cajero. Además hoy hay un tráfico, qué pa qué.- 

Ella sabe que está cansado y que probablemente le gustaría más comer algo rico hecho por ella misma en casa y después echarse un sueñito, pero le gusta sacarla a comer al menos un día a la semana. Jolín, sacarme a comer, ni que fuera un perro…- Piensa, y se sonríe ante la idea como una boba.

-Vamos ya estoy lista- y salen de su casa riendo. Cuando se cierra la puerta del ascensor, se le oye a ella preguntar:

-¿Por cierto dónde vamos a comer?

Mr. Perfect ha aparcado el coche muy lejos del restaurante y Pipisí no lleva calcetines. Andar con los botines sin calcetines ni medias le está haciendo polvo los pies. Y encima hace calor, lo que empeora el problema. 

Genial- piensa- Ahora tendré otra herida más en los pies. Mejor me lo callo. Y encima me aprieta la camisa. ¿Me quedará pequeña? Uff, qué agobio me está entrando, y qué calor tengo, me sudan hasta los pezones, leches.

Dentro del restaurante se está mejor, más fresquito. La comida transcurre muy agradablemente, siempre lo pasan bien juntos y a pesar de tantos años de convivencia, aún tienen cosas que decirse y sorprenderse diciéndoselas. Se ríen.

Al final de la comida y a la puerta del restaurante se encuentran con un conocido que hace meses no ven.

-Hola Fulanito, ¿qué tal? ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo está tu mujer?

-Pues mira no lo sé, nos hemos separado hace tres meses- responde - Es que ya no la aguantaba más mira, de verdad, me tenía con sus histerias hasta el bigote, total que decidimos que ahora que los chicos son grandes, pues mejor así y tan amigos. ¿Y vosotros qué tal?- Y se les queda mirando sonriente.

-Bien- le dice ella de inmediato – nosotros seguimos juntos para variar- y se ríe ella sola a carcajadas.
Se despiden todos con sonrisas y un –Ya nos veremos, tenemos que quedar a tomar algo ¿eh? - Y cada uno sigue su camino en dirección contraria.

-Creo que te has pasado hija - le dice su marido - Desde luego a él no le ha hecho gracia tu comentario, a veces tienes unas cosas…..- y se calla, en el fondo divertido.

-Pues a mí sí- contesta cantarina y se despendola ella sola. De repente se acuerda que no se ha cambiado de bragas. 

Leches- piensa- se me ha olvidado cambiarme las bragas y ponerme las especiales para pantalones ajustados. Pipisí, es de esas mujeres que tiene ropa interior cómoda, grande y siempre fea para estar en casa, y luego tiene la otra ropa interior incómoda, diminuta y monísima, para salir. Esta vez se ha olvidado de quitarse su super braga de abuela y del tamaño de Francia.

-Seguro que voy marcando la bragaza en todo el trasero. ¡Horror! Y yo paseando palmito por todo el restaurante. ¡Qué feo! Seguro que Fulanito me está mirado el culo ¡El viejo verde ese! ¡Mierda, mierda y mierda! Y disimulando se tapa el trasero con el bolso, disimulando como quien no quiere la cosa, disimulando mientras cojea por el dolor de pies durante todo el largo camino hasta llegar al coche. 

(continuará...)