3 “EL FUNERAL”
-Nos han invitado a un funeral- le
comenta Pipisí a su marido cuando éste llega del trabajo una tarde.
-¡Mujer, a un funeral no te invitan! No
es precisamente una fiesta – responde Mr. Perfect divertido, y añade -¿De
quién?
-¿Ah no? ¿Entonces cómo se dice
listillo?
-Pues te notifican, te informan, te
avisan….no sé, de que se celebra un funeral y uno va o no, creo yo. Pero desde
luego no te invitan. ¿Qué de quién se trata?- Repite él paciente mientras se
quita la corbata delante del armario del dormitorio.
Pipisí que le ha seguido por el pasillo
hasta la habitación, se sienta sobre la cama como hace siempre mientras él se
desviste después de una jornada de trabajo y principalmente cuando tiene algo
que contar, que suele ser muy a menudo.
-Pues yo creo que nos han
invitado….desde luego a mí me sonó a invitación. Bueno, da igual, que tenemos
funeral vaya.- Insiste Pipisí.
- ¿Qué quién se ha muerto mujer?-
repite Mr. Perfect ya desesperado.
-Fermín, el marido de Elena, ¿Te
acuerdas? Creo que lo viste un par de veces, en alguna fiesta por ahí. Era un
pesado…A mí me caía fatal.- Afirma ella sin ningún pudor.
-Mujer, se ha muerto, no hables mal de
él que queda horrible. Además ¿No estaba enfermo?- Increpa Mr. Perfect.
-¡Anda! Ahora resulta que porque se ha
muerto ya no se puede hablar mal de él…¡Pero si ya está muerto! No nos va a oír
y desde luego tampoco se va a ofender por los comentarios que hagamos sobre su
persona.- Responde ella muy altanera y sonriente. –Y sí, tenía cáncer de
próstata creo.
- Ya, pero eso no se hace. Por lo menos
así me lo han enseñado a mí.- Replica él.
-Mira, amor, a mí eso de que una
persona que en vida ha sido de lo peor, que a todo el mundo caía mal y que, de
veras veritas, le importa un pepino a la gente que se haya ido para el otro
barrio, pase ahora a ser un bendito sólo porque se haya muerto precisamente, me
parece muy pero que muy gazmoño.
-Vale, puede que tengas razón, pero
como ya está muerto, nada se puede hacer para cambiar lo que era.- Insiste Mr.
Perfect y vestido con ropa más cómoda sale del dormitorio dispuesto a servirse
una copa de whisky, con hielo y un chorrito de agua y a sentarse a ver el
partido de liga que ponen hoy en la tele. Está contento y no quiere seguir hablando
de Fermín de forma póstuma.
Pipisí le sigue por el pasillo de
vuelta al salón sin saber los planes de Mr. Perfect y consciente de que aún no
le ha dicho lo más importante. De alguna manera, lo ha estado demorando a
propósito para que tenga mayor impacto cuando se lo diga y es que ella siempre
ha tenido una muy oculta vocación de actriz. Se dirige a la cocina y él al
salón.
Cuando le ve entrar en la cocina con la
botella de licor en la mano, se da cuenta de que él tiene ya algo pensado para
pasar la tarde y no incluye ir de funeral. Ahora se siente un poco culpable por
no haber hablado antes.
-Cielo ¿Quieres una copa?- Pregunta Mr.
Perfect amable.
-Cariño, no he terminado de contarte lo
de la invitación al funeral.- Y pone carita de niña buena.
-¿Eh? Vale, que ya me lo has dicho,
tenemos que ir al funeral de Fermín, bien.- Y se dirige al frigorífico con un
vaso ancho y pesado a preparar el hielo.
-No, es que el funeral es hoy por la
tarde. Han estado muy ocupados con todo el ajetreo de los preparativos y eso.
Me llamaron por la mañana, pero bueno, yo te lo digo ahora, no me pareció tan
urgente para llamarte y decírtelo antes.- Se excusa sin querer Pipisí,
sintiéndose cada vez más culpable.
-¡Aghh! No me digas que hay que ir
ahora precisamente. ¡Joder! Hay partido y estoy a punto de sentarme a descansar
y tomar algo.- Y repentinamente se le pone cara de pocos amigos.
-La culpa no es mía- se disculpa
Pipisí, e intenta arreglarlo de una manera suave, como sólo ella sabe hacer
para calmarle la creciente decepción, -Podemos ir un ratito y luego nos tomamos
algo por ahí, total las niñas no vendrán a cenar y no tenemos prisa.- Comenta
entusiasmada y piensa: ¡Qué gran idea he tenido!.
-Ya, pero me sigo perdiendo el partido.
-Lo podemos grabar.- Ofrece ella generosa.
-Pepa cielo, los partidos de fútbol no
se graban, eso ya no tiene gracia, se ven cuando se juegan o no se ven. Punto.-
Le contesta con cierta ira contenida.
Creo que está enfadado. Piensa ella. Y
mientras lo piensa se acerca, le abraza y le da tiernos besitos en los
mofletes, como para curar su desilusión. Está segura de que funcionará, siempre
funciona, además a él le duran los enfados, o como en este caso, las
decepciones, un suspiro. Es simplemente, Mr. Perfect, por lo que no podría ser
de otra manera. Una vez solucionado este problemita, se pone de inmediato a
pensar en qué narices va a ponerse para el maldito evento.
Van juntos en el coche hacia el lugar
elegido por la familia para “celebrar” el funeral. Una especie de tanatorio a
lo siglo XXI. Se supone que no es el típico tanatorio donde va el resto de los
mortales, ya se lo avisaron por teléfono; además no habrá misa, ni sepelio, el
muertito no era creyente. Mejor, piensa Pipisí, menos trabajo para la familia,
que después de todo es la que luego tiene que apechugar con los gastos y todo
el ceremonial. El muerto simplemente se pira al más allá y le dá igual lo que
sucede en el más acá. Piensa filosóficamente con expresión seria, mientras mira
por la ventanilla sin ver nada en realidad.
- Bueno, aprovechando el funeral,
veremos a un montón de gente de la pandi.- Comenta casi alegre Pipisí
nuevamente.
- Hombre, no creo que sea el mejor
lugar para ver a nadie en realidad.- replica él. – Es un funeral y hay un
muerto de por medio, creo que los ánimos estarán bastante destrozados ¿no?
Sería lo lógico.
- Pues no sé yo, después de todo era un
impresentable. Y ya sé que no quieres hablar mal de él, ahora que ya no está,
pero eso no cambia el hecho de que era un impresentable.- Asevera ella retomando
la conversación anterior y erre que erre.
- Ya, pero eso ya no se puede
arreglar.- contesta él – Además, si ya no está, ¿Qué más da?
- Pues eso mismo digo yo, que solo por
morirse no se cambia de un manotazo todo lo malo que uno ha ido haciendo a
diestro y siniestro. Éste aparte de impresentable, era un mujeriego, un borrachín,
un manirroto, carente de ambición y para más inri un payaso descomunal sin
gracia alguna. ¡¡Y feo de cojones!!
- Hija, pues sí que te has despachado a
gusto. Menos mal que se ha muerto, que si no lo matas tú con tus insultos.
- Pues me he quedado corta, que conste,
si vieras los calificativos que le cuelga, perdón, colgaba su mujer…- dice
Pipisí.
- Bueno, ya hemos llegado, déjalo estar
y compórtate que nos conocemos, Pepa. – Mr. Perfect aparca el coche con
movimientos diestros y expertos, apaga el motor, sale y coge de la mano a su
mujer que finalmente va de “total black” o para entendérnoslos patrios, de
negro riguroso. Suben juntos las escaleras de la entrada y tras cruzar la doble
puerta principal de robusta madera, entran en el salón-tanatorio-informal o
como quiera que se llame a estos nuevos sitios. Luego, se quedan mirando el
espectáculo con cara de póker, o mejormente con cara de “no doy crédito”.
La sala, muy concurrida por cierto,
está llena de centros de flores y coronas con brillantes lazos, además de haber
repartidas por toda la zona, sillas, sillones, algún cómodo sofá grande; hay
muchas mesitas bajas y altas y una legión de camareros uniformados caminado
entre la gente con bandejas. Hasta aquí todo normal, si no fuera porque las
flores son todas blancas, o sea más apropiadas para una estupenda boda, los
lazos son todos rosa, el color preferido de camisa de Fermín, y sobre las mesas
brillan las copas de cava, de vino blanco y tinto y vasos largos con combinados
de colorines. Los camareros muy solícitos se mueven ágilmente con bandejas de
pequeños canapés y vasos. Se puede oír de fondo los acordes de las mejores
canciones de Simon & Garfunkel, ahora suena “Bridge over troubled water”.
Los “invitados” vestidos de todo menos de funeral, charlan animadamente
mientras dan buena cuenta de lo que allí se ofrece. Algunas carcajadas se
mezclan con los acordes musicales.
Pipisí aprieta cada vez más la mano de
Mr. Perfect hasta que él se suelta y gíme.
- Pepa, no me la rompas que la
necesito aún,…- pero su cara es un poema.
¡Uy, lo siento amor¡ No me di
cuenta.
Y de nuevo se pone a pensar que es la única persona vestida de negro de
todo el maldito funeral. ¡Joder! Una ya no sabe cómo ponerse para ir a los
sitios. Siguen de pie, sin moverse, frente a la alegre multitud, hasta que
Elena, la viuda, les ve y se acerca sonriente. Está muy maquillada y lleva un
rojo de labios muy sexy. Viste un entallado traje pantalón de raya diplomática
azul marino con una camisa verde que le resalta el color de sus ojos y un
escote que hace saltar los ojos de los demás. Pipisí dolorosamente tiene que
admitir que está realmente guapa. Les saluda muy amablemente, con besos y esas
cosas y les invita a pasar y a papear.
-¡¡¡Pero si esto es una fiesta!!! – Le comenta
groseramente Pipisí.
-Sí, sé que os sorprende, - replica
Elena – Pero esto es exactamente lo que el pobre Fermín hubiera querido, así
rodeado de sus familiares y amigos y con todo lo que más le gustaba, su música
favorita, la comida, la bebida y mucha alegría. Uy, perdonarme, que ha llegado
más gente, luego seguimos hablando.- Y se va caminando sobre sus altos tacones
contoneando el culo cual guarrilla en celo.
- ¡Jolín con la viuda! – Esa es la voz
de Marta, que le susurra de repente al oído mientras agarra del brazo a Pipisi
y se la lleva a una esquina. - ¡Si lo sé, vengo antes! Menuda “fiestuqui”, si
todo el mundo hace lo mismo, a partir de ahora no me pierdo ni un solo
funeral….jajaja.- ríe ella sola.
– ¡Chsss! Oye un respeto – la corrige Pipi –
que ya bastante escandalizada estoy por hoy. Tíííííía, y yo de negro, que
bochorno, me siento absolutamente fuera de lugar, y nunca pensé que diría esto
vestida de negro en un funeral.
-Tú eres demasiado formal, te lo he
dicho millones de veces. Tienes que soltarte hija. – contesta Marta que, por
supuesto, no va de negro.
-Ya, suelta como Elena….que si se
suelta más, viene al funeral en biquini, se pilla una curda de aúpa y sale de aquí
directamente con su pareja nueva a la habitación del hotel ¿no? Es que de
verdad… - Pipisí parece cabreada, pero en realidad está más confusa que otra
cosa.
-Mira, de buen maromo se libró, y
estará feliz hija qué quieres, ahora le toca vivir un poco, y me parece bien. ¿Qué
esperabas, lloros, gritos y golpes de pecho? Ahora ya no se lleva eso de que te
dé un jamacuco en el cementerio ni nada por el estilo. De hecho, a Fermín lo
creman esta tarde, así que ni escena de cementerio habrá.- replica Marta sonriendo
y sorbiendo ruidosamente su combinado.
- Sí, eso es verdad, no lo niego,- dice
Pipi – pero al menos que disimule un poco su alegría, que solo le falta tirar
cohetes. En fin. Ojos……
Pasean ambas despacio por la sala, del
brazo y con sus copas en la mano, mientras, “sin querer”, van oyendo los
comentarios de la gente: “Sí, era tan joven…”, “Querida, te acompaño en el
sentimiento”, “Ya, es que no somos nadie ¿verdad?”, “Lo sentimos muchísimo, es
una gran pérdida para todos..”. Y después de la frasecita de rigor, se van
directos a las copas, a los canapés y a charlar con fulanito o menganito:
“Hombre…, cuánto tiempo sin verte”. Desde luego, España es diferente, como dice
el eslogan.
-La gente es muy rara.- Afirma Pipisí.
-
No, la gente es muy hipócrita. – Rectifica Marta.- Y ya sabes, después de todo,
desde los inicios del mundo, siempre ha sido el muerto al hoyo y el vivo al
bollo, querida. Es ley de vida. Bueno me voy, que luego he quedado y ya no
llego. Ciao.- Y le planta tambaleante dos besos muy sonoros a Pipi en los
carrillos.
¿Ya está borracha ésta con una sola copa? – piensa la amiga.
Pipi ve a Mr. Perfect hablando con
alguien, mientras se toma una copa de vino. Uff, no recuerdo el nombre de ese.
Mejor me acerco y disimulando le aviso para irnos ya, y despacito pasa por
detrás de Mr. Perfect y le pellizca el culo, mientras sonriendo le dice muy
bajito: - ¿Ves cómo era una invitación? -
(Continuará…)