domingo, 2 de junio de 2013



10 “NI TANTO NI TAN CALVO”
A punto de aterrizar en Vancouver y la vista desde lo alto de las nubes no podría ser más hermosa. 

Pipisí está muy contenta de haber aceptado acompañar a su marido en este viaje; generalmente no lo hace, ya que implica quedarse mucho tiempo en el hotel de la ciudad de turno mientras él acude a decenas de reuniones agotadoras, así que el poco tiempo libre disponible ha de ser dedicado más al descanso que al turismo. Pero, en esta ocasión Pipi ha hecho una excepción. En cuanto Mr. Perfect le propuso viajar con él a Canadá le faltó tiempo para decir que sí muy emocionada. La diferencia entre este viaje y los otros es obvia; primero, se quedarán un día más para disfrutar de la ciudad y segundo, Pipi vivió allí durante un verano entero cuando era universitaria, meses de los que guarda un magnífico recuerdo. Le encanta la idea de poder recorrer de nuevo los mismos lugares donde fue tan feliz años atrás. Desde luego no se ha olvidado de empacar un par de paraguas recordando que Vancouver sigue siendo una de las ciudades más lluviosas del mundo.

Tras los controles aduaneros y demás papeleos toman un taxi en dirección a su hotel. Está muy bien situado, para poder tener acceso fácil a casi todos los puntos de interés para ella y al centro de negocios para él. Además, Pípi ha tenido buen cuidado de que el hotel esté a una distancia razonable de uno de los mejores centros comerciales de la ciudad, donde también piensa pasar un buen rato paseando por sus tiendas locales favoritas. Es genial tenerlo todo tan cuidadosamente planeado; cree que no tendrá tiempo de aburrirse, literalmente.

La habitación está en el piso once y las vistas son fabulosas. Mientras MP deshace su maleta y cuelga sus trajes, ella observa el verde puente y la bahía a lo lejos, con sus blancos cruceros dirigiéndose a Alaska llenos de gente en busca de aventuras. “Otro sitio dónde tenemos que ir pronto, Alaska, desde aquí a tiro de piedra” – piensa – “además cómo no se puede ir en verano por los mosquitos, el viaje no interfiere con las típicas vacaciones de sol y playa, ideal.” Suspira contemplando tanta belleza y se pone manos a la obra con su propia maleta.

Cenan ligero y después de dar un pequeño paseo por los alrededores para estirar las piernas, vuelven a su habitación y se disponen a dormir. Con una diferencia horaria de nueve horas, su reloj biológico no deja de recordarles que, para ellos, son las mil. Duermen insuficientemente y se levantan muy temprano, pero es lo que tiene el “jet lag”. Pípi piensa que casi mejor no acostumbrarse al cambio horario porque en viajes tan cortos, para cuando ya te vas aclimatando tienes que volver y otra vez a empezar.

Desayunan en la habitación y se preparan para su particular día en Vancouver, uno con corbata, traje y maletín en ristre, la otra con ropa sport y calzado cómodo para caminar mucho. Se despiden deseándose un buen día y parten a sus quehaceres con la idea de verse por la tarde, descansar un rato en la habitación  y más tarde ir a cenar a un restaurante cercano muy majete y romántico que ella conoce.

Transcurrido el día y Pípi está pletórica cuando vuelve al hotel, se le había olvidado lo limpia que es esta ciudad. Tan verde, tan interracial, con su sirope de arce y tan canadiensemente educados todos. Satisfecha por haber pasado un día estupendo, aprovecha y se mete en la ducha para disfrutar con tranquilidad del baño hasta que llegue Mr. Perfect quien aparece media hora después cansado pero contento de cómo ha ido su día. Las cosas han salido como esperaba, por lo que no se puede quejar, pero necesita realmente descansar un poco antes de volver a salir. Se pone el pantalón del pijama y se relaja tumbado en la cama mientras hace zapping por los canales de la televisión. Pipisí sale del baño entre nubes de vapor y envuelta en una mullida toalla blanca.

-Hola amor ¿Ya estás aquí? – pregunta sonriente. Se inclina y le da un sonoro beso en los labios.

-Sí, hace dos minutos que he llegado. Estoy cansadísimo, no veas. Mmmm, sabes a crema….- responde mientras observa a Pípi entrar y salir del baño con diferentes cosméticos. - ¿También llevas crema por todas partes o solo en la cara? Si quieres te ayudo a ponerte la crema corporal.

- ¿Eh? – Pípi mira a su marido que le está guiñando un ojo - ¿Perdona? No dices que estás cansadísimo?

- Ya sabes que para ayudarte nunca estoy cansado……..- dice burlón entrecerrando los ojos.

- Menuda ayuda desinteresada la tuya….además ya me he puesto crema, viciosillo y me tengo que secar el pelo.- Pípi va a lo suyo y mentalmente hace repaso de lo que aún tiene que hacer – Creo que primero plancharé mi vestido, así mientras se airea en la percha me seco el pelo – E ignorando a su cachondo marido saca del armario la tabla de planchar y la abre. Vuelve a por la plancha colocada en el altillo. El cable no está enrollado por lo que Pípi sin mirar atrás camina en dirección opuesta y tira de él. De repente, el cable que no es muy largo, acaba y cae volando cual péndulo el enorme y cuadrado enchufe que le golpea pesadamente y sin piedad la parte baja de su tobillo derecho (los que hayáis viajado a EE.UU., Canadá o Reino Unido sabéis de qué estamos hablando).

-¡Ayyy! – grita Pipisí y se dobla toda. Va cojeando hasta sentarse en el borde de la cama y se frota el tobillo con expresión de dolor.- ¡Me cago en todo lo que se menea! ¡Maldito enchufe, vaya leñazo me ha dado! ¡Aghh!

Su marido se ha levantado de la cama y le sujeta el tobillo mientras lo examina. –No parece que sea nada grave, sólo ha sido el golpe. Eso sí, te saldrá un guapo moratón.- Le masajea con mimo el tobillo, y disimulando va subiendo por la pierna como quien no quiere la cosa. Pípi le mira con ojos casi llorosos y expresión incrédula.- ¿Estás de broma no?- Hombres..

Finalmente pasa la crisis tobillera y ambos vestidos muy elegantemente salen a cenar. Una cena estupenda, el servicio exquisito como siempre y la alta propina de rigor y obligatoria, como si de un sablazo final de fiesta se tratara. Pípi nunca ha llegado a entender por qué los clientes han de pagar la mitad del sueldo de los camareros con propinas que no son, por otra parte, algo voluntario. Caminan las tres manzanas de distancia hasta el hotel. Pipisí cojea ahora, ya no disimula delante de su marido. Durante la cena el dolor del pie ha ido en aumento pero no ha dicho nada para no estropear el momento, le hacía tanta ilusión volver a su restaurante favorito, ha sido todo tan especial. El tobillo se ha ido hinchando por momentos.

En la habitación, antes de irse a dormir, se toma un fuerte analgésico con la esperanza de que el dolor remita y la hinchazón baje durante la noche. A las dos de la mañana Pípi no lo soporta más, las lágrimas, imparables empapan la almohada. Enciende la luz y apartando el edredón contempla la monstruosidad en la que se ha convertido todo su pie. Igualito que un enorme botillo leonés. Hasta los dedos parecen choricitos. Esto es grave, tiene que despertar al bello durmiente. Cuando Mr. Perfect ve el pie de su mujer se asusta enormemente y deciden irse sin más dilación al hospital más cercano. En brazos hasta el taxi y en silla de ruedas después, entran en el hospital. Enseñan el pie herido, aportan sus datos para el registro y los pasan a una sala con varias camillas donde les visitará el doctor de guardia. Está tumbada sobre una de ellas con su marido cogiéndole la mano cuando por fin aparecen un joven médico y una enfermera.

Situémonos: media noche, hospital, conversación íntegra en inglés por supuesto, no olvidemos que estamos en Canadá. Saludos amables. Observación del miembro dañado. Miradas cómplices entre doctor y enfermera. Lectura y relectura de ficha médica. Largo silencio. Sospechoso.

Doctor – Dígame ¿Qué le ha sucedido? Aquí dice que se golpeó con una plancha en el pie derecho.

-Pues sí doctor, ha sido de lo más tonto. Fíjese que yo iba a planchar un vestido y al coger la plancha pues el enchufe me ha dado en el pie y luego se ha ido hinchando y me duele horrores - Písi explica solícita los hechos con un pelillo de vergüenza. La situación es, como poco, bastante ridícula. MP que no le suelta la mano intenta meter baza y explicar su versión del accidente.

-Ha sido un accidente muy tonto doctor pero cada vez le duele más. ¿Podrían darle algo para el dolor y comprobar que no haya nada roto?- El médico mira al marido y después a la enfermera. Ésta se dirige a Mr. Perfect y amablemente le pide que salga un momento ya que necesita hacerle unas preguntas. Extrañado asiente pero frunce el ceño, mira un segundo a Pípi, y acompañado de la enfermera sale al pasillo.

D-Vamos a ver. Ahora que estamos solos cuénteme lo sucedido de verdad.- Y se apoya suavemente contra la camilla de Pípi poniéndole una mano en el pie sano. Ella pega un respingo. ¡Madre mía ya sé por dónde van los tiros!

-Mmmm, doctor yo le aseguro que eso es exactamente lo que ha ocurrido. Me disponía a planchar un vestido para salir a cenar y al coger la plancha del altillo del armario se me ha caído encima del pie. No hay nada más que contar.- Pipisí está un poco angustiada y piensa ¡Cualquiera les dice ahora que solo fue el golpe del enchufe. Mejor digo que se me cayó la plancha encima por lo que pueda pasar!- ¿Me podría dar algo para el dolor por favor?- dice poniendo cara compungida.

D-Si claro ahora le pondré una inyección, pero insisto, es muy muy importante que me diga con exactitud qué es lo que le ha pasado para poder ayudarla. Es bastante extraño que se le haya caído la plancha en un pie….¿Han tenido alguna discusión hoy? Su marido no está aquí ahora, no tiene por qué temer nada, nadie puede ya hacerle daño. Confíe en mí.

-¡Por dios doctor! Le digo la verdad, mi marido y yo no hemos discutido, estamos de vacaciones y todo está muy bien. Hemos ido a cenar a un sitio super romántico esta noche. Le aseguro que no hay nada más que contar, se lo ruego solo deme algo para el dolor y compruebe que no tengo nada roto, mire el pie me palpita y está hinchadísimo- Pípi ya no sabe cómo hacerle entender al gilipollas del médico que efectivamente las planchas PUEDEN caerse encima de los pies de las personas que planchan. -¿Pero qué es lo que tiene de raro? ¿Por qué no me cree?- pregunta apenada y bastante harta ya de la situación. - Bromas aparte ¿Dónde está mi marido?

D-Bueno, tiene que entender que hemos de asegurarnos que no ha habido ningún maltrato por parte de su marido y que usted está segura. Es muy importante que nos diga exactamente lo sucedido. Su marido está bien no se preocupe, mis compañeros solo le están haciendo unas preguntas, es parte del protocolo.- Y acariciándole la cabeza a una sorprendida Pipisí le dice complacido- Todo va a estar bien. Estamos aquí para ayudarla.

-¡Es que todo está bien! ¡Lo único que quiero es que me curen el maldito pie de una maldita vez!- grita histérica- No se invente historias donde no las hay doctor, no voy a contarle nada diferente de lo que ya le he dicho simplemente porque no ha sucedido nada diferente. ¡¡¡Se me ha caído la plancha encima del pie!!! ¿Pero por qué no me cree de una vez? Será mejor que me vea otro médico. ¡Quiero otro médico por favor!

Después de varias intentonas infructuosas más por parte del doctor, parece que finalmente desiste en su propósito de sacarle la supuesta verdad como sea. Suspira profundamente y tristemente se da por vencido.

D-Bien, como quiera. No será necesario que la vea otro médico. Vamos a hacerle una radiografía para ver que todo está bien y le inyectaremos un analgésico fuerte para calmar el dolor. ¿Es usted alérgica a algún medicamento?- Y con gesto grave se pone a hacer su tarea de médico que es lo que Pípi esperaba desde un principio.

No ha visto a su marido durante al menos dos horas. Horas en las que le han hecho dos radiografías, puesto la famosa y dolorosa inyección y le han vendado el pie como si tuviera múltiples fracturas y fuera una elefanta, pero se siente mejor. Al menos el dolor está pasado. Aparece Mr. Perfect al fin. Está serio y parece muy cabreado. Ha venido la policía y un agente, muy amablemente le ha interrogado durante más de dos horas sobre lo sucedido con la famosa plancha de los cojones. El hospital les ha llamado ante la sospecha de maltrato de género. Por lo visto es lo que dicta la ley, a la menor sospecha, mejor ponerse en lo peor, valga la contradicción. Está agotado, pobrecito, sin tener culpa de nada le han hecho pasar una noche de perros. Eso sí muy amablemente, a la canadiense vamos.

Tras recibir varios consejos médicos, una bolsa con analgésicos y recomendaciones varias a la hora de subirse al avión con una pata chula, abandonan el hospital. Al salir se dan cuenta de que ha amanecido y es un hermosos nuevo día.

Deciden volver a casa ese mismo día, con un pie de esa guisa y en silla de ruedas es complicado hacer turismo. MP se encarga de los trámites y en el aeropuerto la aerolínea les sorprende asignándoles, por cortesía de la casa, dos asientos de primera clase para que la señora esté más cómoda y no le moleste el pie herido. Agradecidos se disponen a embarcar y una vez sentados en sus anchos y mullidos asientos Pipisí, que sigue sintiéndose la mar de culpable, le coge la mano a su marido y la besa tiernamente.

-Lo siento cariño, todo ha sido culpa mía. Has pasado un rato horrible. Soy una patosa. Lo siento de veras.

- Cielo, la culpa no es tuya, ha sido un accidente y los accidentes pasan. Es que simplemente la situación ha sido de lo más absurda, hasta surrealista diría yo. Ahora sé cómo se sienten los que son acusados injustamente y no es nada agradable te lo aseguro. Decir la verdad y que no te crean es muy frustrante. Pero olvídalo, al final no pasó nada grave. Ya volvemos a casa, ahora disfrutemos del viaje y recordémoslo como una anécdota más.- Le devuelve el beso.

Pípi está contenta de que no haya pasado nada grave pero tiene que reconocer que llegado un punto ha pasado miedo. Miedo por su marido, miedo porque no le creyeran, miedo de las consecuencias, en un país extranjero, por un accidente absurdo, porque coincide que necesitas usar la plancha, porque alguien no enrolla el cable de una plancha, por un ridículo enchufe que cae y golpea un pie. - ¡Joder!

Es increíble – piensa - en unos sitios tanto y en otros tan poco.- Eso sí,Canadá es un país de gente muy amable.

 (continuará...)