11 “UN TIMO EN DIFERIDO”
Tras el tiempo prudencial de reposo y
descanso de extremidades inferiores, finalmente el tobillo derecho de Pipisí va
curando. Aún tiene un cardenal muy feo y una hinchazón de campeonato pero al
menos puede calzarse algunos zapatos de horma ancha y sin tacón. Echa de menos
un poco de actividad física y aprovechando que las zapatillas de deporte
también le entran, decide enfundarse en su ropa de deporte y retomar su rutina
aeróbica.
Tres veces por semana, acude a un
gimnasio bastante anticuado y un pelín cutre, dentro de un pequeño centro
comercial cercano a su casa. Lo cierto es que le queda el sitio tan a mano que
no necesita llevar su coche ni usar el transporte público porque puede ir
caminando y en 15 minutos escasos está subida a la cinta de andar o en clase de
body-pump.
Hoy miércoles las clases habituales
serían media hora de abdominales intensivos y una hora de pilates. Eso hubiera
sido lo normal hace quince días que fue exactamente cuándo visitó por última
vez su gimnasio antes del viaje a Canadá, la única diferencia es que ahora la
puerta del centro ésta está cerrada a cal y canto y hay una bonita nota pegada
en la puerta que reza: “A QUIEN PUEDA INTERESAR, Informamos que este centro
permanecerá cerrado por causas ajenas a la dirección. Para mayor información
contacte con el número bla bla bla”.
La cara de Pípi es un cromo. Como no
puede ser de otra manera, piensa que esto es un error e intenta empujar la
puerta por si hubiera alguien en el interior que le explique lo que está
pasando. Luego pone las manos en forma de tubo e intenta atisbar el interior
del local a través del cristal oscuro de la puerta. Sus esfuerzos son
infructuosos; efectivamente el gimnasio está cerrado y desierto. No hay ni
personal ni clientes.
Inmóvil en el pasillo delante de la
cerrada puerta y sintiéndose como una imbécil mira a un lado y a otro como si
buscara ayuda. Hay varios comercios y oficinas alrededor, algunos abiertos y
otros no, con carteles de “Se Alquila” o “Se Vende”. Finalmente, la dueña de
una pequeña boutique que se encuentra justo enfrente y que la ha estado
observando desde hace rato desde el interior de su negocio, acude en su
rescate.
-No esperes más, que ahí ya no hay
nadie.- Le dice.
- Es que acabo de llegar de viaje. Soy
socia del gimnasio, he estado fuera dos semanas y ahora me encuentro con esto...Pero
no nos han avisado ni nada y, la verdad, estoy sorprendidísima.- Comenta Pípi
aliviada al ver que alguien puede darle alguna información.
- Ya hija – continúa la mujer – si no eres
la única. Le ha pasado lo mismo a todo el mundo. Yo llevo viendo montones de gente
venir y quedarse de piedra, lo mismo que tú. Cerraron esto hace ya diez días o
así.
- No me lo creo – insiste Pipisí con
voz decepcionada mientras se acerca a su informadora - ¡Pero si no nos
avisaron! ¡No nos dijeron nada! ¿Y ahora qué hacemos?
- Ya lo sé. Todo el mundo comenta lo
mismo. Solo podéis llamar a ese número que pone ahí a ver qué os dicen –
sugiere - Hace diez días vinieron por la mañana temprano como siempre y sacaron
los archivadores y papeles. Pero lo más curioso fue cómo se llevaron los
aparatos y el resto de la maquinaria. Dos días más tarde a las 12 de la noche
llegaron con unos mozos de mudanzas y cargaron todo todito. Casi con
nocturnidad y alevosía. Te lo digo yo que estaba cambiando el escaparate y me
dieron las tantas aquí hija. – Cotorrea la mujer, que ha empezado a dar
golpecitos en el antebrazo de Pípi como si fueran dos amigas cotilleando de
algo íntimo. – Ellos no se esperaban que yo les viera, pero les vi. Tiene todo
muy mala pinta.
- Ya, bueno, muchas gracias. Llamaré al
número a ver qué me cuentan. Menudos impresentables.- Se marcha.
Pípi vuelve a casa de muy mal humor y
cabizbaja. Con esto no contaba. Pero lo que más le joroba no es el hecho de que
el negocio, probablemente, se haya ido a pique. Lo más cabreante para ella en
este preciso instante es el hecho de que justo la semana antes de su famoso
viaje realizó la renovación anual de su pertenencia al maldito centro. Pago
completo y por adelantado que salía más ventajoso. No puede evitar sentirse
timada, abusada y completamente estafada en todo el amplio sentido de la
palabra. ¡Y encima no ha hecho ejercicio! ¡Mierda seca!
Inmediatamente después de llegar a casa
coge el teléfono y llama al número en cuestión. Le responde una señorita mencionando
el nombre de un gimnasio. Pípi lo conoce.
Es un centro deportivo muy grande construido hace algunos años al otro lado de
la ciudad y al que le dieron mucha publicidad por aquel entonces con el fin de
reclutar socios. Recuerda que tenía piscina climatizada, zona de spa y termas,
tenis y paddle, todos deportes y actividades que a Pípi no le interesaban en lo
más mínimo. Mr. P y ella ni lo visitaron ni aceptaron la invitación para un
tour completo, según rezaba la invitación inaugural depositada en el buzón de
su casa, con copita de vino incluida, cortesía de la casa. Lo que la invitación
no decía era la barbaridad de pasta gansa que costaba hacerse socio de tan
distinguido club, información a la que sí tuvieron acceso a través de los
vecinos que sí fueron al magno evento. A lo que íbamos.
-Buenos días, Centro Deportivo Bla bla
bla, le habla Fulanita de Tal, ¿En qué puedo ayudarle?
- Si buenos días, me han dado este
número para preguntar sobre el cierre del gimnasio Bla bla…
- Ah sí, tiene Ud. que venir a
informarse aquí en persona, no podemos dar la información por teléfono.
Paciencia dios mío - ¿Cómo dice? ¿Por
qué no puede darme la información por teléfono? Eso es precisamente lo que pone
en el papel de la puerta del gimnasio en cuestión: “para mayor información
llamar a este teléfono”.
-Sí claro, es el teléfono al que está
Ud. llamando, eso es correcto y yo le estoy informando.- Responde la señorita
que debe de ser o bien gilipollas o tener siete años a juzgar por su voz y por
su capacidad mental.
- No señorita Ud. no me está informando
de nada, yo quiero que me digan qué ha pasado con mi gimnasio y básicamente que
pasa con la anualidad que acabo de pagar hace dos semanas.- Pípi está alzando
la voz.
- Pues por eso mismo yo le informo de
que tiene que venir aquí para saber todo lo que quiera. Como Ud. comprenderá
esta información es confidencial, sobre todo lo que respecta a su anualidad y
no se puede comentar por teléfono.- Definitivamente esta mujer es gilipollas,
piensa Pípi.
Para desquitarse le dice: - Eso de que
“tengo” que ir ahí me parece una grosería por su parte. En primer lugar voy si
quiero y si puedo, y si NO voy, y en segundo lugar, tengo derecho a que me
informen, yo he pagado íntegramente por un servicio que ahora me niegan. No sé
en su pueblo señorita, pero en el mío eso se llama estafa.- Le suelta sin
respirar siquiera y se queda muy satisfecha consigo misma. ¡Ay el don de la
palabra! Claro que a Miss Gilipollis le importa tres pepinos la perorata en
cuestión y como ya ha gastado los cinco minutos que puede durar su conversación
por cada cliente plasta, es inminente que no está por la labor y le va a dar
con el auricular en las narices. Miss Gilipollis suspira haciendo constar que
cree que Pípi es muy cansina.
-Yo no puedo decirle nada más de lo que
ya le he dicho señora, venga Ud. aquí y se informa ¿Vale? Buenos días.- Y
cuelga la muy……Frustrada y desde luego enormemente cabreada, se pasea un buen rato
por su casa, por supuesto, hablando consigo misma, faltaría más. Más tranquila se
da una ducha rápida se cambia de ropa, se maquilla levemente y se dirige en su
coche al centro deportivo de los horrores a pedir cuentas y cortar cabezas.
¡Menuda soy yo, piensa!
- Buenos días, bienvenida al Centro
Deportivo Bla bla bla.- Vaya mira por dónde, Miss Gilipollis en persona.
-Buenas, estoy aquí para que me
informéis sobre lo ocurrido con mi gimnasio. – dice con actitud chulesca.
- Vale – Y se pone a teclear en su
ordenador como si buscara algo muy importante - ¡Huy! No sé si estará el
responsable. Déjeme preguntar si la puede recibir..- Y ante la sorpresa de Pípi,
va y le suelta – Es que generalmente hay que pedir cita ¿Sabe? es una persona
muy ocupada. - ¡Venga hombre! ¿Cita previa? ¿Me tomas el pelo?
- Pues yo de aquí no me muevo hasta que
alguien, me da igual quien sea, me dé información, así que tú misma…- responde
Pípi con un rictus poco agraciado en su cara de mala leche.
- ¡Mira! Has tenido suerte…- ¿Suerte
yo? Definitivamente gilipollas, ya estoy segura, se dice Pipisí – Aquí está.
Aparece un tipo por el pasillo de la
izquierda. Y…¡Sorpresa! Es el dueño, director, gerente y a la par profesor de
pilates de su antiguo gimnasio. Muda y anonadada. Él la saluda, le pregunta
cómo está y tal y tal, y con una amplia
sonrisa le planta dos besos y la conduce a un mini despacho con una mesa y dos
sillones.
Pípi no se amilana y después de
reponerse del shock inicial le pregunta – Vaya, ¿ahora trabajas aquí?
-Sí, trabajar aquí es un lujazo. Este
sitio es fenomenal, ya lo verás, te va a encantar. No se puede comparar.
-¿Eh? Pues no sé. Me queda muy lejos de
casa. Tendría que venir en coche, para empezar, y pagar parking. El otro lo
tenía al lado. Además, aún no me has dicho lo que ha sucedido con el tuyo.-
Ella sigue en sus trece.
- Simplemente llegamos a un momento en
que no nos podíamos mantener y el cierre fue inevitable. – Responde él.
- Ya, si hasta ahí llego, la crisis y
toda la historia, lo que no entiendo es por qué no me dijiste esto mismo cuando
me cobraste, por adelantado, todo un año de renovación hace quince días. Has
sido muy deshonesto.
- Deshonesto no, simplemente no te dije
que cuando volvieras vendrías a un sitio diferente, que por cierto es mucho
mejor; vais a ganar con el cambio, todos vosotros. El plan de readmisión que he
negociado con este centro tan elitista para todos mis socios es genial. ¿Costó
eh? No te creas, pero lo hemos logrado. Por vosotros.- Dice con una cara de
sacrificado y de orgullo, que sorprende a Pípi porque básicamente no se la cree
para nada.
- Perdona pero mentir no es
precisamente honesto – Está que lo tira – Además mi gimnasio lo elijo yo, éste
me lo impones, y no sé si me conviene. Que yo sepa esto es carísimo y no pienso
pagar por cosas que no uso.
- Este centro es uno de los mejores de
Madrid. ¡Vienen hasta famosos! La calidad está garantizada y por supuesto yo
doy clases aquí también con lo que seguiremos en la misma dinámica que antes,
no cambia nada.
- Hombre, nada nada, no, cambia todo:
el sitio, el transporte, el horario, el profesorado, por no mencionar el
precio. ¿Y qué pasa con mi dinero? – Pípi está más que harta. ¡Pero qué se cree
este tio! ¿Qué yo nací ayer?
- Naturalmente respetamos la cantidad
que ya has dado a cuenta y te regalamos la matrícula por ser socia antigua, lo
cual está genial ¿no? Ahora como la mensualidad de este centro, que es
muchísimo mejor, es algo más cara, te damos la oportunidad de pagar únicamente
una tercera parte de lo que te costaría inicialmente para ser socia con todos
los derechos. El trato es inmejorable, lo hemos conseguido para nuestros socios
exclusivamente, pero eso sí, solo es válido este mes, luego se perderías la
cantidad entregada. Entenderás que esta oferta no puede durar eternamente…- Y
todo esto se lo dice con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
- O sea, que aparte del pago adelantado
anual a tu gimnasio, ahora he de pagar otro tanto para hacerme socia de otro
gimnasio al que tú me obligas a venir, al que por obligación tengo que venir en
coche y pagar parking, con clases y profesorado nuevo, con instalaciones que
pagaré pero que no usaré y todo para ya mismo, naturalmente, porque la genial
oferta expira en nada. Bien. No sé cómo podré resistirme a tan fantástica
oferta, pero va ser que no, que voy a pasar.- Contesta ella con un cabreo de no
te menees.
- Mujer, puedes hacer lo que quieras, pero
es una buenísima oferta, más que nada para no perder lo entregado. Si caduca…
yo ahí ya sí que no podría hacer nada y…..- ¿De verdad se cree toda la mierda
que me está contando? ¿Tan idiota me cree? Piensa Pípi.
- Lo dicho, creo que paso.- Se levanta,
abre la puerta del despacho y a voz en grito mientras él la sigue cual perrito por
el pasillo con la cara roja como un tomate le dice - Pienso que eres un
impresentable y un timador. Lo que has hecho con tus socios, los clientes que
confiaron en ti y en tu gimnasio durante años es una vergüenza. No pienso caer
en tu trampa de nuevo. No me mereces ningún respeto, ni como profesional del deporte
ni como persona, y si piensas que la gente se traga las tonterías que vendes es
que eres imbécil. ¿Pero tú qué te has creído, que nos hemos caído de un guindo
o qué? Ya me encargaré yo de comentar por ahí fuera mi opinión sobre tu
inmejorable trato. Que sepas que me la trae al pario tu super oferta y por mí,
te puedes meter mi dinero donde te quepa. Me has timado una vez, pero dos no
querido. ¡So ladrón!
Y dando media vuelta sale con la cabeza
muy alta del elitista Centro Deportivo Bla bla bla. Timar, engañar y mentir
impunemente a la gente está a la orden del día, hasta en los malditos
gimnasios. -Pero lo peor de todo es que encima tienes que estar de acuerdo y
dar las gracias. ¡Ni de coña!- Se dice.
Por la noche cuando Mr. Perfect le
pregunta que cómo le ha ido el día y que si ha ido al gimnasio ella le
responde:
-No al gimnasio no he ido y no voy a ir
más, definitivamente creo que voy a buscar un sitio mejor. Sin embargo, hoy he
hecho terapia de gritos. Es buenísima para los nervios y el stress acumulado.
Mr. P mira sorprendido a su mujer – No
tengo ni idea de lo que estás hablando.
Ella responde: ¡Uff! Ni falta que hace.
Es una historia muy larga, ya te la contaré otro día.
(continuará...)