domingo, 16 de junio de 2013


11 “UN TIMO EN DIFERIDO”
Tras el tiempo prudencial de reposo y descanso de extremidades inferiores, finalmente el tobillo derecho de Pipisí va curando. Aún tiene un cardenal muy feo y una hinchazón de campeonato pero al menos puede calzarse algunos zapatos de horma ancha y sin tacón. Echa de menos un poco de actividad física y aprovechando que las zapatillas de deporte también le entran, decide enfundarse en su ropa de deporte y retomar su rutina aeróbica.
Tres veces por semana, acude a un gimnasio bastante anticuado y un pelín cutre, dentro de un pequeño centro comercial cercano a su casa. Lo cierto es que le queda el sitio tan a mano que no necesita llevar su coche ni usar el transporte público porque puede ir caminando y en 15 minutos escasos está subida a la cinta de andar o en clase de body-pump.
Hoy miércoles las clases habituales serían media hora de abdominales intensivos y una hora de pilates. Eso hubiera sido lo normal hace quince días que fue exactamente cuándo visitó por última vez su gimnasio antes del viaje a Canadá, la única diferencia es que ahora la puerta del centro ésta está cerrada a cal y canto y hay una bonita nota pegada en la puerta que reza: “A QUIEN PUEDA INTERESAR, Informamos que este centro permanecerá cerrado por causas ajenas a la dirección. Para mayor información contacte con el número bla bla bla”.
La cara de Pípi es un cromo. Como no puede ser de otra manera, piensa que esto es un error e intenta empujar la puerta por si hubiera alguien en el interior que le explique lo que está pasando. Luego pone las manos en forma de tubo e intenta atisbar el interior del local a través del cristal oscuro de la puerta. Sus esfuerzos son infructuosos; efectivamente el gimnasio está cerrado y desierto. No hay ni personal ni clientes.
Inmóvil en el pasillo delante de la cerrada puerta y sintiéndose como una imbécil mira a un lado y a otro como si buscara ayuda. Hay varios comercios y oficinas alrededor, algunos abiertos y otros no, con carteles de “Se Alquila” o “Se Vende”. Finalmente, la dueña de una pequeña boutique que se encuentra justo enfrente y que la ha estado observando desde hace rato desde el interior de su negocio, acude en su rescate.
-No esperes más, que ahí ya no hay nadie.- Le dice.
- Es que acabo de llegar de viaje. Soy socia del gimnasio, he estado fuera dos semanas y ahora me encuentro con esto...Pero no nos han avisado ni nada y, la verdad, estoy sorprendidísima.- Comenta Pípi aliviada al ver que alguien puede darle alguna información.
- Ya hija – continúa la mujer – si no eres la única. Le ha pasado lo mismo a todo el mundo. Yo llevo viendo montones de gente venir y quedarse de piedra, lo mismo que tú. Cerraron esto hace ya diez días o así.
- No me lo creo – insiste Pipisí con voz decepcionada mientras se acerca a su informadora - ¡Pero si no nos avisaron! ¡No nos dijeron nada! ¿Y ahora qué hacemos?
- Ya lo sé. Todo el mundo comenta lo mismo. Solo podéis llamar a ese número que pone ahí a ver qué os dicen – sugiere - Hace diez días vinieron por la mañana temprano como siempre y sacaron los archivadores y papeles. Pero lo más curioso fue cómo se llevaron los aparatos y el resto de la maquinaria. Dos días más tarde a las 12 de la noche llegaron con unos mozos de mudanzas y cargaron todo todito. Casi con nocturnidad y alevosía. Te lo digo yo que estaba cambiando el escaparate y me dieron las tantas aquí hija. – Cotorrea la mujer, que ha empezado a dar golpecitos en el antebrazo de Pípi como si fueran dos amigas cotilleando de algo íntimo. – Ellos no se esperaban que yo les viera, pero les vi. Tiene todo muy mala pinta.
- Ya, bueno, muchas gracias. Llamaré al número a ver qué me cuentan. Menudos impresentables.- Se marcha.
Pípi vuelve a casa de muy mal humor y cabizbaja. Con esto no contaba. Pero lo que más le joroba no es el hecho de que el negocio, probablemente, se haya ido a pique. Lo más cabreante para ella en este preciso instante es el hecho de que justo la semana antes de su famoso viaje realizó la renovación anual de su pertenencia al maldito centro. Pago completo y por adelantado que salía más ventajoso. No puede evitar sentirse timada, abusada y completamente estafada en todo el amplio sentido de la palabra. ¡Y encima no ha hecho ejercicio! ¡Mierda seca!
Inmediatamente después de llegar a casa coge el teléfono y llama al número en cuestión. Le responde una señorita mencionando el nombre de un gimnasio. Pípi  lo conoce. Es un centro deportivo muy grande construido hace algunos años al otro lado de la ciudad y al que le dieron mucha publicidad por aquel entonces con el fin de reclutar socios. Recuerda que tenía piscina climatizada, zona de spa y termas, tenis y paddle, todos deportes y actividades que a Pípi no le interesaban en lo más mínimo. Mr. P y ella ni lo visitaron ni aceptaron la invitación para un tour completo, según rezaba la invitación inaugural depositada en el buzón de su casa, con copita de vino incluida, cortesía de la casa. Lo que la invitación no decía era la barbaridad de pasta gansa que costaba hacerse socio de tan distinguido club, información a la que sí tuvieron acceso a través de los vecinos que sí fueron al magno evento. A lo que íbamos.
-Buenos días, Centro Deportivo Bla bla bla, le habla Fulanita de Tal, ¿En qué puedo ayudarle?
- Si buenos días, me han dado este número para preguntar sobre el cierre del gimnasio Bla bla…
- Ah sí, tiene Ud. que venir a informarse aquí en persona, no podemos dar la información por teléfono.
Paciencia dios mío - ¿Cómo dice? ¿Por qué no puede darme la información por teléfono? Eso es precisamente lo que pone en el papel de la puerta del gimnasio en cuestión: “para mayor información llamar a este teléfono”.
-Sí claro, es el teléfono al que está Ud. llamando, eso es correcto y yo le estoy informando.- Responde la señorita que debe de ser o bien gilipollas o tener siete años a juzgar por su voz y por su capacidad mental.
- No señorita Ud. no me está informando de nada, yo quiero que me digan qué ha pasado con mi gimnasio y básicamente que pasa con la anualidad que acabo de pagar hace dos semanas.- Pípi está alzando la voz.
- Pues por eso mismo yo le informo de que tiene que venir aquí para saber todo lo que quiera. Como Ud. comprenderá esta información es confidencial, sobre todo lo que respecta a su anualidad y no se puede comentar por teléfono.- Definitivamente esta mujer es gilipollas, piensa Pípi. 
Para desquitarse le dice: - Eso de que “tengo” que ir ahí me parece una grosería por su parte. En primer lugar voy si quiero y si puedo, y si NO voy, y en segundo lugar, tengo derecho a que me informen, yo he pagado íntegramente por un servicio que ahora me niegan. No sé en su pueblo señorita, pero en el mío eso se llama estafa.- Le suelta sin respirar siquiera y se queda muy satisfecha consigo misma. ¡Ay el don de la palabra! Claro que a Miss Gilipollis le importa tres pepinos la perorata en cuestión y como ya ha gastado los cinco minutos que puede durar su conversación por cada cliente plasta, es inminente que no está por la labor y le va a dar con el auricular en las narices. Miss Gilipollis suspira haciendo constar que cree que Pípi es muy cansina. 
-Yo no puedo decirle nada más de lo que ya le he dicho señora, venga Ud. aquí y se informa ¿Vale? Buenos días.- Y cuelga la muy……Frustrada y desde luego enormemente cabreada, se pasea un buen rato por su casa, por supuesto, hablando consigo misma, faltaría más. Más tranquila se da una ducha rápida se cambia de ropa, se maquilla levemente y se dirige en su coche al centro deportivo de los horrores a pedir cuentas y cortar cabezas. ¡Menuda soy yo, piensa!
- Buenos días, bienvenida al Centro Deportivo Bla bla bla.- Vaya mira por dónde, Miss Gilipollis en persona.
-Buenas, estoy aquí para que me informéis sobre lo ocurrido con mi gimnasio. – dice con actitud chulesca.
- Vale – Y se pone a teclear en su ordenador como si buscara algo muy importante - ¡Huy! No sé si estará el responsable. Déjeme preguntar si la puede recibir..- Y ante la sorpresa de Pípi, va y le suelta – Es que generalmente hay que pedir cita ¿Sabe? es una persona muy ocupada. - ¡Venga hombre! ¿Cita previa? ¿Me tomas el pelo? 
- Pues yo de aquí no me muevo hasta que alguien, me da igual quien sea, me dé información, así que tú misma…- responde Pípi con un rictus poco agraciado en su cara de mala leche.
- ¡Mira! Has tenido suerte…- ¿Suerte yo? Definitivamente gilipollas, ya estoy segura, se dice Pipisí – Aquí está.
Aparece un tipo por el pasillo de la izquierda. Y…¡Sorpresa! Es el dueño, director, gerente y a la par profesor de pilates de su antiguo gimnasio. Muda y anonadada. Él la saluda, le pregunta cómo está y tal y tal,  y con una amplia sonrisa le planta dos besos y la conduce a un mini despacho con una mesa y dos sillones.
Pípi no se amilana y después de reponerse del shock inicial le pregunta – Vaya, ¿ahora trabajas aquí?
-Sí, trabajar aquí es un lujazo. Este sitio es fenomenal, ya lo verás, te va a encantar. No se puede comparar.
-¿Eh? Pues no sé. Me queda muy lejos de casa. Tendría que venir en coche, para empezar, y pagar parking. El otro lo tenía al lado. Además, aún no me has dicho lo que ha sucedido con el tuyo.- Ella sigue en sus trece.
- Simplemente llegamos a un momento en que no nos podíamos mantener y el cierre fue inevitable. – Responde él.
- Ya, si hasta ahí llego, la crisis y toda la historia, lo que no entiendo es por qué no me dijiste esto mismo cuando me cobraste, por adelantado, todo un año de renovación hace quince días. Has sido muy deshonesto.
- Deshonesto no, simplemente no te dije que cuando volvieras vendrías a un sitio diferente, que por cierto es mucho mejor; vais a ganar con el cambio, todos vosotros. El plan de readmisión que he negociado con este centro tan elitista para todos mis socios es genial. ¿Costó eh? No te creas, pero lo hemos logrado. Por vosotros.- Dice con una cara de sacrificado y de orgullo, que sorprende a Pípi porque básicamente no se la cree para nada.
- Perdona pero mentir no es precisamente honesto – Está que lo tira – Además mi gimnasio lo elijo yo, éste me lo impones, y no sé si me conviene. Que yo sepa esto es carísimo y no pienso pagar por cosas que no uso.
- Este centro es uno de los mejores de Madrid. ¡Vienen hasta famosos! La calidad está garantizada y por supuesto yo doy clases aquí también con lo que seguiremos en la misma dinámica que antes, no cambia nada.
- Hombre, nada nada, no, cambia todo: el sitio, el transporte, el horario, el profesorado, por no mencionar el precio. ¿Y qué pasa con mi dinero? – Pípi está más que harta. ¡Pero qué se cree este tio! ¿Qué yo nací ayer?
- Naturalmente respetamos la cantidad que ya has dado a cuenta y te regalamos la matrícula por ser socia antigua, lo cual está genial ¿no? Ahora como la mensualidad de este centro, que es muchísimo mejor, es algo más cara, te damos la oportunidad de pagar únicamente una tercera parte de lo que te costaría inicialmente para ser socia con todos los derechos. El trato es inmejorable, lo hemos conseguido para nuestros socios exclusivamente, pero eso sí, solo es válido este mes, luego se perderías la cantidad entregada. Entenderás que esta oferta no puede durar eternamente…- Y todo esto se lo dice con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
- O sea, que aparte del pago adelantado anual a tu gimnasio, ahora he de pagar otro tanto para hacerme socia de otro gimnasio al que tú me obligas a venir, al que por obligación tengo que venir en coche y pagar parking, con clases y profesorado nuevo, con instalaciones que pagaré pero que no usaré y todo para ya mismo, naturalmente, porque la genial oferta expira en nada. Bien. No sé cómo podré resistirme a tan fantástica oferta, pero va ser que no, que voy a pasar.- Contesta ella con un cabreo de no te menees.
- Mujer, puedes hacer lo que quieras, pero es una buenísima oferta, más que nada para no perder lo entregado. Si caduca… yo ahí ya sí que no podría hacer nada y…..- ¿De verdad se cree toda la mierda que me está contando? ¿Tan idiota me cree? Piensa Pípi. 
- Lo dicho, creo que paso.- Se levanta, abre la puerta del despacho y a voz en grito mientras él la sigue cual perrito por el pasillo con la cara roja como un tomate le dice - Pienso que eres un impresentable y un timador. Lo que has hecho con tus socios, los clientes que confiaron en ti y en tu gimnasio durante años es una vergüenza. No pienso caer en tu trampa de nuevo. No me mereces ningún respeto, ni como profesional del deporte ni como persona, y si piensas que la gente se traga las tonterías que vendes es que eres imbécil. ¿Pero tú qué te has creído, que nos hemos caído de un guindo o qué? Ya me encargaré yo de comentar por ahí fuera mi opinión sobre tu inmejorable trato. Que sepas que me la trae al pario tu super oferta y por mí, te puedes meter mi dinero donde te quepa. Me has timado una vez, pero dos no querido. ¡So ladrón!
Y dando media vuelta sale con la cabeza muy alta del elitista Centro Deportivo Bla bla bla. Timar, engañar y mentir impunemente a la gente está a la orden del día, hasta en los malditos gimnasios. -Pero lo peor de todo es que encima tienes que estar de acuerdo y dar las gracias. ¡Ni de coña!- Se dice.
Por la noche cuando Mr. Perfect le pregunta que cómo le ha ido el día y que si ha ido al gimnasio ella le responde:
-No al gimnasio no he ido y no voy a ir más, definitivamente creo que voy a buscar un sitio mejor. Sin embargo, hoy he hecho terapia de gritos. Es buenísima para los nervios y el stress acumulado.
Mr. P mira sorprendido a su mujer – No tengo ni idea de lo que estás hablando.
Ella responde: ¡Uff! Ni falta que hace. Es una historia muy larga, ya te la contaré otro día.

(continuará...)