2 “LOS PLANES”
Pipisí se despierta temprano. Se levanta y se pone una bata a juego sobre su camisón de seda. No usa pijamas, a su marido no le gustan. Hoy tiene planes. Ha decidido dedicarse la mayor parte del día a sí misma. Es genial. Mr. Perfect tiene comida de trabajo, lo cual es simplemente “perfect” y las niñas, dos y bien creciditas ya, van a lo suyo hoy y tienen cientos de cosas que hacer hasta bien entrada la tarde. Ha planeado aplicarse una mascarilla facial hidratante que le han dicho de buena tinta que es mágica, poner su música favorita en el baño, encender cálidas velas de olor, servirse una copa de un buen sirah y darse un baño relajante con mucha espuma……...bueno y pasarse la epilady, que ya toca. -¡Qué coñazo!- Piensa, y luego recapacita optimista -Pero con mucho glamur también.
Mientras
se toma un primer café de pie junto a la ventana de la cocina, mira con
gusto cómo caen las gotas de lluvia. No le gusta la lluvia. A ver,
siendo del todo justos, eso no es del todo exacto. Le gusta la lluvia
con limitaciones. Lo que no le gusta es mojarse con ella. La humedad
hace estragos con su fino pelo y le produce de inmediato unos caracoles a
lo “pueblini” que odia. Es una simple cuestión de imagen.
Se
queda pensando: “Después del botox tengo que plantearme seriamente
pasarme al láser, lo de la epilady me da tanta pereza y duele que te
ca…” – decide muy seria.
Suena el teléfono. Es Marta.
-Hola Marta, ¡qué madrugadora!
-Hola guapa ¿no te habré despertado no?
-No mujer, hace rato que estoy despierta; además ya se han ido todos y estoy sola tomándome el café.
-Oye, ¿te importa si voy a desayunar contigo? – pregunta - Es que hace tiempo que no te veo y así charlamos un ratito.
-Si mujer, ven cuando quieras, pero yo ya he desayunado algo - responde Pipisí.
-Da igual, venga ya voy, llego en nada- y corta rápido.
Cuelga
el teléfono y piensa para si: espero que no se quede mucho, tengo
planes para hoy. ¡Uy! cualquiera sabe, con lo que se enrolla esta tía.
Veinte
minutos más tarde aparece Marta por la puerta. Huele a lluvia. Pipisí
le recoge el paragüas mojado y lo lleva a la terraza cubierta.
-¡Joder
cómo llueve!- grita Marta como si estuviera enfadada con la lluvia,
pero a ella, al contrario que a Pipisí, no le importa mojarse. La
cabrona tiene un pelo genial.
-Ya
– contesta su amiga – por eso mismo no pienso poner un pie fuera de
casa hoy, además tengo planes – y sonríe como si tuviera un secreto
super guarro que no piensa compartir con nadie.
Marta la ignora vilmente.
-¡Qué hambre tengo! ¿Desayunamos? Ligero ¿eh? Que estoy a dieta – y se va a la cocina.
-¿Otra vez? – replica Pipisí y la sigue a la cocina.
Las amigas se sientan a la mesa de la cocina. Hay café, croasanes, palmeritas, mantequilla y mermelada.
-¡Qué rico! – exclama – Y se sirve un croasan, dos palmeritas y un buen café con leche y azúcar.
Pipisí,
que ya ha desayunado, se sirve el segundo café. Ella lo toma largo,
negro y sin azúcar. No le gusta dulce, pero en realidad nunca lo ha
tomado con azúcar, así que, en realidad, no sabe si le gusta o no. Solo
sabe que sin ella, el azúcar, le sabe muy bueno. Lo de la leche siempre
lo tuvo claro. El café con leche le recuerda a su abuela, la única
abuela que conoció en su infancia y que murió cuando aún era muy niña.
Recuerda que su abuela tomaba siempre para desayunar, en un tazón
enorme, de esos que no tienen asas, un enorme café con leche y le ponía
dentro con mucha paciencia pan “migao”. A Pipisí, o a Finita, como ella
la llamaba, le daba esto mucho asco. Claro que su abuela era muy pero
que muy de pueblo, no tenía más que cuatro dientes, no llevaba nunca
bragas y olía a viejo, como a rancio. Tampoco cree que llevase
sujetador, no lo recuerda ¿o sería refajo?. En resumen, que el café con
leche es cosa de viejos.
Marta lleva diez minutos hablando sin parar. Ya se ha zampado el croasan y las palmeritas. Coge otro croasan disimuladamente.
-¿Pero tú no estabas a dieta? – pregunta Pipisí.
-Sí,
pero hoy no me siento bien, y necesito azúcar directo en sangre –
responde con un puchero y se sirve otro café con más azúcar y empieza a
revolver muy enérgicamente con la cucharilla.
-¿Qué te pasa? – pregunta la amiga - ¿Problemas en la ofi?
-No, pero creo que lo voy a dejar, el trabajo digo. Estoy muy harta.
-¿Pero por qué? Creí que te gustaba este empleo – replica sorprendida. Marta es psicóloga
además de sexóloga, o “pichicóloga”, como lo define Pipisí. Es un tema
recurrente. Hace años tuvo una consulta compartida con un colega de
profesión y compañero de facultad que no funcionó demasiado bien y que
cerró a los doce meses. Lo del nombrecito viene de que absolutamente
todos sus pacientes estaban relacionados con ésta su última titulación, y
eran todos varones impotentes, así que, una adaptación lingüística a su
labor profesional era casi una necesidad.
-No
te precipites – añade Pipisí – Que luego te arrepientes y es peor. Si
lo dejas ¿qué vas a hacer, abrir una consulta de psicología tú sola?
Porque la “pichicología” te dejó agotá, que yo sepa – y frunce el ceño.
-Uff,
no lo sé – responde – No estoy segura de nada a estas alturas de mi
vida, y encima me ha llamado Sinfo y me ha dicho que regresa unos días
más tarde. Estoy harta – repite enfadada.
-Jolín
Marta lo tuyo con Sinfo es de pena hija – le riñe su amiga – Y perdona
que te lo diga pero toda la culpa la tienes tú solita. Te lo he dicho
mil veces. Este novio tuyo parece la regla: viene una vez al mes a
verte, cuando lo hace te jode la vida y te enferma, a veces se retrasa
en llegar y te hace sufrir, es grosero, sucio hasta decir basta, tanto
que muchas veces te da “ascuni”, no tiene nunca un detalle contigo, te
cuesta dinero y para más inri, cuando finalmente se va luego estás más
contenta que unas castañuelas. Y encima se llama Sinforiano ¡¡por
dios!!. Lo que yo digo, es el puto periodo con pene – Pipisí ha ido
subiendo el tono de voz sin darse cuenta mientras le canta las cuarenta a
su amiga. No le gusta verla triste pero sabe que ella tiene razón y
piensa ser muy sincera esta vez, aunque le duela.
-Joooo Pipi, no me grites que estoy fatal……- lloriquea Marta.
-Es
que lo tuyo es de llorar hija. Pero si eres psicóloga, aplícate un poco
el cuento contigo y a ti misma. No, si ya lo dice el refrán “en casa
del herrero cuchillo de palo” – asevera Pipisí, y casi está sin
respiración después de la perorata. ¡Uff! ¡Qué calor tengo! – piensa de
repente y se quita la bata, medio sudando.
-Tú,
es que eres muy fuerte y decidida y lo sabes todo, pero no es tan
fácil; llevamos más de cuatro años juntos, y eso no se tira por la borda
así como así – se defiende Marta.
-No,
llevas cuatro años tú, él lleva una cuarta parte. Y no voy a mencionar
los cuernos que luces puestos por no ser cruel contigo, que hoy no estás
bien – dice Pipisí muy seria – ya sabes, como dicen los americanos
“once a cheater, always a cheater” (tramposo una vez, tramposo siempre,
sería la traducción literal).
-Bueno
hija, también puede ser “una vez maté un perro y mataperros me
pusieron” no creo que vaya por ahí tirándose a otras todos los días –
contesta Marta un poco chulita.
-Pues yo digo que “el que hace un cesto hace ciento” – responde Pipisí más chula todavía.
-Y yo te informo que “se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio” – espeta ella enfadada.
-Oye, ¿Tú sabes algo que yo no sepa, amiga?– interrumpe Pipisí.
-Yo
nada, no seas lerda mujer, estaba bromeando. Peeero……, eso no quita que
pueda pasarle a cualquiera, incluso a tu churri. ¡Además, qué es esto!
¿Un dos tres refranes otra vez? Ya estoy harta. Vamos a dejarlo. Y lo
del nombre no es culpa suya, fue una apuesta de su padre que es un
bestia del arao.
-Mira
que eres mala, también te puede caer encima una cornisa mañana mientras
vas a tomar el café y matarte en el acto, pero yo no voy y te lo
restriego por los morros - le recrimina Pipisí a Marta y ya de mala
leche.
-Vaaaale,
déjalo, que las cosas no van por ahí - Y mira el reloj, como quien
acaba de guardarse un gran secreto – Oye que me tengo que ir y se me ha
hecho tardísimo. Me piro. Gracias por el desayuno. Oye los dulces,
¿dónde los has pillao?- pregunta.
-Son de la pastelería de abajo- miente Pipisí como una bellaca.
-Pues estaban que te ca… - afirma Marta y se levanta para irse a toda prisa.
-Me
alegra que te gustaran – menciona Pipisí muy modosita y vuelve a pensar
con alegría en los planes trazados antes de la visita de su amiga.
Jajajaja es mi hora. ¡¡¡Yupi!!!!
Pipisí mira el reloj de la cocina, mientras se dice: Joder es tardísimo y yo sin hacer nada aún, a ver si se va esta plasta.
Suena el móvil, Pipisí lo coge sabiendo que es Mr. Perfect. ¡Ay madre mía!!. ¿Y ahora qué?
-¿Hola?
-¡¡Sorpresa!!
Ratita que se ha cancelado mi comida voy a comer a casa contigo, haz
algo rico ¿vale? Nos vemos en un rato – Se despide.
-
Vale, te veo luego, besos. Cuelga. ¡¡Mierda!! ¿Y ahora qué? ¡Dios,
todos mis planes a tomar por el cu.., ahora voy y me pego un
tiro……….aghhhhhhh!!!!
Pipisí
regresa a Marta. Y esta que no se va ni con lejía, lo dicho, me pego un
tiro ya – Le vuelven los calores y ya no tiene nada más que quitarse
exceptuando el camisón rosa con puntillitas.
-Bueno hermosa dame un besito que ya me voy- concluye Marta al fin y la devuelve a la realidad del aquí y el ahora.
Pipisí abre la puerta y pulsa el botón del ascensor. Mientras esperan Marta le dice:
-¿Y tú por qué estas aún en camisón guarrilla?- bromea.
-Perdona, pero estaba en bata, no en camisón.
-Yo te veo en camisón – repite.
-Ya, pero es que me la he quitado, tenía calor hija, qué quieres…..- replica.
-Ya,
la menopuchi, tú ya me entiendes - aclara la doctora Marta a la vez que
le planta dos besos en sendos carrillos a su amiga con cariño.
-Pues
no, lista, simplemente tenía calor, ya ves, – aclara Pipisí de mala
gana mientras le devuelve los besos. Mira la graciosa esta, piensa. Y
responde:
-Oye, ¿Tú no trabajas hoy?
Llega
el ascensor, Marta se mete dentro y pulsa el 0, y mientras se cierra la
puerta, le contesta alegre cual pajarillo cantarín:
-Hoy
no, me he tomado el día libre para mimarme un rato y hacer cosas de
chicas. Tú deberías de hacer lo mismo. Adiós guapa, te llamo luego - Y
la puerta del ascensor de cierra dejando a Pipisí plantada como una
imbécil en el rellano.
(Continuará…)