lunes, 3 de diciembre de 2012



2  “LOS  PLANES”

Pipisí se despierta temprano. Se levanta y se pone una bata a juego sobre su camisón de seda. No usa pijamas, a su marido no le gustan. Hoy tiene planes. Ha decidido dedicarse la mayor parte del día a sí misma. Es genial. Mr. Perfect tiene comida de trabajo, lo cual es simplemente “perfect” y las niñas, dos y bien creciditas ya, van a lo suyo hoy y tienen cientos de cosas que hacer hasta bien entrada la tarde. Ha planeado aplicarse una mascarilla facial hidratante que le han dicho de buena tinta que es mágica, poner su música favorita en el baño, encender cálidas velas de olor, servirse una copa de un buen sirah y darse un baño relajante con mucha espuma……...bueno y pasarse la epilady, que ya toca. -¡Qué coñazo!- Piensa, y luego recapacita optimista -Pero con mucho glamur también.

Mientras se toma un primer café de pie junto a la ventana de la cocina, mira con gusto cómo caen las gotas de lluvia. No le gusta la lluvia. A ver, siendo del todo justos, eso no es del todo exacto. Le gusta la lluvia con limitaciones. Lo que no le gusta es mojarse con ella. La humedad hace estragos con su fino pelo y le produce de inmediato unos caracoles a lo “pueblini” que odia. Es una simple cuestión de imagen.

Se queda pensando: “Después del botox tengo que plantearme seriamente pasarme al láser, lo de la epilady me da tanta pereza y duele que te ca…” – decide muy seria.

Suena el teléfono. Es Marta.

-Hola Marta, ¡qué madrugadora!

-Hola guapa ¿no te habré despertado no?

-No mujer, hace rato que estoy despierta; además ya se han ido todos y estoy sola tomándome el café.

-Oye, ¿te importa si voy a desayunar contigo? – pregunta - Es que hace tiempo que no te veo y así charlamos un ratito.

-Si mujer, ven cuando quieras, pero yo ya he desayunado algo - responde Pipisí.

-Da igual, venga ya voy, llego en nada- y corta rápido.

Cuelga el teléfono y piensa para si: espero que no se quede mucho, tengo planes para hoy. ¡Uy! cualquiera sabe, con lo que se enrolla esta tía.

Veinte minutos más tarde aparece Marta por la puerta. Huele a lluvia. Pipisí le recoge el paragüas mojado y lo lleva a la terraza cubierta.

-¡Joder cómo llueve!- grita Marta como si estuviera enfadada con la lluvia, pero a ella, al contrario que a Pipisí, no le importa mojarse. La cabrona tiene un pelo genial.

-Ya – contesta su amiga – por eso mismo no pienso poner un pie fuera de casa hoy, además tengo planes – y sonríe como si tuviera un secreto super guarro que no piensa compartir con nadie.

Marta la ignora vilmente.

-¡Qué hambre tengo! ¿Desayunamos? Ligero ¿eh? Que estoy a dieta – y se va a la cocina.

-¿Otra vez? – replica Pipisí y la sigue a la cocina.

Las amigas se sientan a la mesa de la cocina. Hay café, croasanes, palmeritas, mantequilla y mermelada.

-¡Qué rico! – exclama – Y se sirve un croasan, dos palmeritas y un buen café con leche y azúcar.

Pipisí, que ya ha desayunado, se sirve el segundo café. Ella lo toma largo, negro y sin azúcar. No le gusta dulce, pero en realidad nunca lo ha tomado con azúcar, así que, en realidad, no sabe si le gusta o no. Solo sabe que sin ella, el azúcar, le sabe muy bueno. Lo de la leche siempre lo tuvo claro. El café con leche le recuerda a su abuela, la única abuela que conoció en su infancia y que murió cuando aún era muy niña. Recuerda que su abuela tomaba siempre para desayunar, en un tazón enorme, de esos que no tienen asas, un enorme café con leche y le ponía dentro con mucha paciencia pan “migao”. A Pipisí, o a Finita, como ella la llamaba, le daba esto mucho asco. Claro que su abuela era muy pero que muy de pueblo, no tenía más que cuatro dientes, no llevaba nunca bragas y olía a viejo, como a rancio. Tampoco cree que llevase sujetador, no lo recuerda ¿o sería refajo?. En resumen, que el café con leche es cosa de viejos.

Marta lleva diez minutos hablando sin parar. Ya se ha zampado el croasan y las palmeritas. Coge otro croasan disimuladamente.

-¿Pero tú no estabas a dieta? – pregunta Pipisí.

-Sí, pero hoy no me siento bien, y necesito azúcar directo en sangre – responde con un puchero y se sirve otro café con más azúcar y empieza a revolver muy enérgicamente con la cucharilla.
-¿Qué te pasa? – pregunta la amiga - ¿Problemas en la ofi?

-No, pero creo que lo voy a dejar, el trabajo digo. Estoy muy harta.

-¿Pero por qué? Creí que te gustaba este empleo – replica sorprendida. Marta es psicóloga además de sexóloga, o “pichicóloga”, como lo define Pipisí. Es un tema recurrente. Hace años tuvo una consulta compartida con un colega de profesión y compañero de facultad que no funcionó demasiado bien y que cerró a los doce meses. Lo del nombrecito viene de que absolutamente todos sus pacientes estaban relacionados con ésta su última titulación, y eran todos varones impotentes, así que, una adaptación lingüística a su labor profesional era casi una necesidad. 

-No te precipites – añade Pipisí – Que luego te arrepientes y es peor. Si lo dejas ¿qué vas a hacer, abrir una consulta de psicología tú sola? Porque la “pichicología” te dejó agotá, que yo sepa – y frunce el ceño.

-Uff, no lo sé – responde – No estoy segura de nada a estas alturas de mi vida, y encima me ha llamado Sinfo y me ha dicho que regresa unos días más tarde. Estoy harta – repite enfadada.

-Jolín Marta lo tuyo con Sinfo es de pena hija – le riñe su amiga – Y perdona que te lo diga pero toda la culpa la tienes tú solita. Te lo he dicho mil veces. Este novio tuyo parece la regla: viene una vez al mes a verte, cuando lo hace te jode la vida y te enferma, a veces se retrasa en llegar y te hace sufrir, es grosero, sucio hasta decir basta, tanto que muchas veces te da “ascuni”, no tiene nunca un detalle contigo, te cuesta dinero y para más inri, cuando finalmente se va luego estás más contenta que unas castañuelas. Y encima se llama Sinforiano ¡¡por dios!!. Lo que yo digo, es el puto periodo con pene – Pipisí ha ido subiendo el tono de voz sin darse cuenta mientras le canta las cuarenta a su amiga. No le gusta verla triste pero sabe que ella tiene razón y piensa ser muy sincera esta vez, aunque le duela.

-Joooo Pipi, no me grites que estoy fatal……- lloriquea Marta.

-Es que lo tuyo es de llorar hija. Pero si eres psicóloga, aplícate un poco el cuento contigo y a ti misma. No, si ya lo dice el refrán “en casa del herrero cuchillo de palo” – asevera Pipisí, y casi está sin respiración después de la perorata. ¡Uff! ¡Qué calor tengo! – piensa de repente y se quita la bata, medio sudando.

-Tú, es que eres muy fuerte y decidida y lo sabes todo, pero no es tan fácil; llevamos más de cuatro años juntos, y eso no se tira por la borda así como así – se defiende Marta.

-No, llevas cuatro años tú, él lleva una cuarta parte. Y no voy a mencionar los cuernos que luces puestos por no ser cruel contigo, que hoy no estás bien – dice Pipisí muy seria – ya sabes, como dicen los americanos “once a cheater, always a cheater” (tramposo una vez, tramposo siempre, sería la traducción literal).

-Bueno hija, también puede ser “una vez maté un perro y mataperros me pusieron” no creo que vaya por ahí tirándose a otras todos los días – contesta Marta un poco chulita.

-Pues yo digo que “el que hace un cesto hace ciento” – responde Pipisí más chula todavía.

-Y yo te informo que “se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio” – espeta ella enfadada.

-Oye, ¿Tú sabes algo que yo no sepa, amiga?– interrumpe Pipisí.

-Yo nada, no seas lerda mujer, estaba bromeando. Peeero……, eso no quita que pueda pasarle a cualquiera, incluso a tu churri. ¡Además, qué es esto! ¿Un dos tres refranes otra vez? Ya estoy harta. Vamos a dejarlo. Y lo del nombre no es culpa suya, fue una apuesta de su padre que es un bestia del arao. 

-Mira que eres mala, también te puede caer encima una cornisa mañana mientras vas a tomar el café y matarte en el acto, pero yo no voy y te lo restriego por los morros - le recrimina Pipisí a Marta y ya de mala leche.

-Vaaaale, déjalo, que las cosas no van por ahí - Y mira el reloj, como quien acaba de guardarse un gran secreto – Oye que me tengo que ir y se me ha hecho tardísimo. Me piro. Gracias por el desayuno. Oye los dulces, ¿dónde los has pillao?- pregunta.

-Son de la pastelería de abajo- miente Pipisí como una bellaca.

-Pues estaban que te ca…  - afirma Marta y se levanta para irse a toda prisa.

-Me alegra que te gustaran – menciona Pipisí muy modosita y vuelve a pensar con alegría en los planes trazados antes de la visita de su amiga. Jajajaja es mi hora. ¡¡¡Yupi!!!!

Pipisí mira el reloj de la cocina, mientras se dice: Joder es tardísimo y yo sin hacer nada aún, a ver si se va esta plasta.

Suena el móvil, Pipisí lo coge sabiendo que es Mr. Perfect. ¡Ay madre mía!!. ¿Y ahora qué?

-¿Hola?

-¡¡Sorpresa!! Ratita que se ha cancelado mi comida voy a comer a casa contigo, haz algo rico ¿vale? Nos vemos en un rato – Se despide.

- Vale, te veo luego, besos. Cuelga. ¡¡Mierda!! ¿Y ahora qué? ¡Dios, todos mis planes a tomar por el cu.., ahora voy y me pego un tiro……….aghhhhhhh!!!! 

Pipisí regresa a Marta. Y esta que no se va ni con lejía, lo dicho, me pego un tiro ya – Le vuelven los calores y ya no tiene nada más que quitarse exceptuando el camisón rosa con puntillitas.

-Bueno hermosa dame un besito que ya me voy- concluye Marta al fin y la devuelve a la realidad del aquí y el ahora.

Pipisí abre la puerta y pulsa el botón del ascensor. Mientras esperan Marta le dice:

-¿Y tú por qué estas aún en camisón guarrilla?- bromea.

-Perdona, pero estaba en bata, no en camisón.

-Yo te veo en camisón – repite.

-Ya, pero es que me la he quitado, tenía calor hija, qué quieres…..- replica.

-Ya, la menopuchi, tú ya me entiendes - aclara la doctora Marta a la vez que le planta dos besos en sendos carrillos a su amiga con cariño.

-Pues no, lista, simplemente tenía calor, ya ves, – aclara Pipisí de mala gana mientras le devuelve los besos. Mira la graciosa esta, piensa. Y responde:

-Oye, ¿Tú no trabajas hoy?

Llega el ascensor, Marta se mete dentro y pulsa el 0, y mientras se cierra la puerta, le contesta alegre cual pajarillo cantarín:

-Hoy no, me he tomado el día libre para mimarme un rato y hacer cosas de chicas. Tú deberías de hacer lo mismo. Adiós guapa, te llamo luego - Y la puerta del ascensor de cierra dejando a Pipisí plantada como una imbécil en el rellano.

(Continuará…)