miércoles, 1 de mayo de 2013



8 “90-60-90, ¿EN SERIO?”

Pipi cree fielmente en eso de “lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana”. Por lo general, ha sido una filosofía que le ha dado siempre muy buenos resultados. En base a esta máxima y como mujer extremadamente perfeccionista que se precie, necesita tener casi siempre todo bajo control y por eso mismo, una vez que llega la primavera, lo que toca en estas fechas, además de la limpieza general en casa, hay que plantearse la rutina dietética y aeróbica especial para conseguir ponerse en modo vacación estival, playita y lucimiento de palmito: la tan temida “operación bikini”.

Mientras escribe la lista de la compra del súper semanal va haciendo mentalmente una composición de lo que serán sus desayunos, comidas, meriendas y cenas durante los próximos dos o tres meses. Por otro lado, sabe que los primeros días son siempre los más difíciles ya que durante el resto del año se permite zampar más bien cuanto, cuando y donde le apetece, con la consecuente ganancia de algún kilito allí donde precisamente no es nada necesario, como sería el caso de cintura, tripita o muslamen. No estaría nada mal que para variar esos kilos le proporcionaran unas nalgas más rellenitas y respingonas o unas domingas más firmes y redondas pero lamentablemente los tres o cuatro indeseables kilillos enemigos se van siempre a donde no deben.- Serán cabrones los miserables….- 

-Fuera pan, nada de fritos y rebozados, nada de alcohol durante la semana, exceptuando sábados y domingos naturalmente, nada de mantequilla de cacahuete, nada de galletas y dulces……mucha ensalada, verdura al vapor, carnes magras, pollo y pavo, pavo y pollo, pescado al horno, poco chocolate y únicamente negro y vino y cava como opción de bebida. Crema anti-celulítica noche, crema drenante día, sesión de spinning extra los miércoles e ir andando al gimnasio en vez de llevar el coche…..Hmmmmmm.- Repasa Pipisí mentalmente mientras escribe su lista. La verdad es que la maldita operación bikini se repite idénticamente todos los años, y cada vez igualmente se recrimina el haberse abandonado durante el resto del tiempo, porque eso la obliga a repetir la misma operación año tras año y a recriminarse exactamente lo mismo. Es el cuento de nunca acabar. ¡Es tan difícil ser mujer! ¡Hay tanta presión! ¡Hay tanta tía buena por ahí! Posteriormente coge la cinta métrica del cesto de costura y se mide los tres contornos de rigor. - Sería el milagro del siglo llegar a la tan envidiada combinación de 90-60-90 – fantasea, y suspira cuando la cinta le da su combinación particular de centímetros. – Esas medidas solo las tuvo Barbie y las mantuvo hasta que conoció a Ken y descubrió las maravillas del sexo, luego el reloj biológico llamó a su puerta y se le ensancharon las caderas, le salieron estrías, se le hincharon las tetas y vino de visita para quedarse su tía celulitis. En resumen, pasó de muñeca a mujer real en un quítame allá esas pajas (o esos polvos). Jajajajaja.- Ríe divertida con la idea de que finalmente tiene un plan establecido. ¡Genial!

Se sirve el café de la mañana y se sienta a la mesa de la cocina intentando controlar la tentación de comerse una segunda tostada con la mermelada casera de fresa que le ha traído su vecina, muy a destiempo por cierto para los planes gastronómicos de Pipi. Pero es que su vecina tiene 69 años, y claro a esas edades - piensa Pipi - te importa un rábano la dichosa operación bikini. Para empezar ya no te pones ni bikini, porque o eres de otro planeta y tienes la genética de una modelo o seguro que tu cuerpo serrano de casi 70 años no se puede mostrar en una playa pública sin llevar una sotana, o un kaftan maxi plus, o un traje de buzo de neopreno. – Bueno, ya se comerán la mermelada los demás, o sea las niñas y el marido, o lo que es lo mismo que decir: los que tienen suerte y no tienen que hacer este sacrificio.- Se dice a si misma.
Ensimismada en sus pensamientos e imaginándose lo bien que va a estar con tres o cuatro kilitos de menos cuando se ponga el bikini que piensa comprarse….no ahora claro, sino cuando vaya notándose el efecto dieta….dentro de un mes y medio. Pipi ahora vuelve al siempre tema recurrente de que los tíos tienen mucha suerte. - Ni por asomo tienen la presión que sufrimos las mujeres – concluye seriamente.

Suena el teléfono y la obliga a salir de un brinco del país de las musarañas para volver a su cocina. Es Marta. – Ya estaba tardando ésta… - se dice complacida.

-Buenos días por la mañana – replica - ¡Qué madrugadora!

- Sí, es que estos días duermo fatal hija. Ya me he tomado todo el bote de valerianas, pero no me ha servido de nada……tendré que ir al médico a que me dé algo más fuerte. Tengo unas ojeras que me llegan a los tobillos. – Se queja la triste Marta. - ¿Y tú, qué haces hoy?

- Pues nada, acabo de poner al pelotón en marcha y estaba dándome mi masaje mental mañanero con un café y las vistas de mi ventana. Pero ya que me preguntas, realmente no tengo nada planeado para hoy. ¿Por qué?

- Porque pensaba ir a verte un ratito guapa, si no te importa invitarme a un café. No tengo pacientes hasta las once. – comenta Marta más animada.

Pipi en verdad no tiene muchas ganas de ver a Marta. Seguro que empieza otra vez con el tema sentimental interrumpiendo totalmente sus pensamientos sobre el plan de dieta, que por otra parte requiere mucho pensar y calcular para ponerlo en marcha, pero accede a que venga. Le viene a la mente el careto de Sinfo y da un respingo. ¡Es tan ordinario! ¡Qué lástima, de verdad! Pipi es una buenaza que no sabe decir no.

-Vale, vente rápido. Me ducho, me visto y te espero en media hora.- dice finalmente.

- Voy rauda y veloz. Adiós.

Media hora después están en la cocina, como suele ser habitual, y mientras Pipi pone una nueva cafetera Marta le cotillea cosas intrascendentes como que está pensando en cortarse el pelo, pero no está segura, que luego le tarda mucho en crecer y bla bla bla. Cuando Pipisí pone las tazas de café sobre la mesa Marta ya ha agotado básicamente todos los temas triviales de los que precisamente no quiere hablar. Se queda callada de repente mirando el humeante café.

-Bueno ¿Qué tal estás hoy? – Pregunta Pipi a sabiendas de lo que se le viene encima.

- Estoy bien, aparte del tema del insomnio. Pero sigo pensando en el tema de Sinfo y estoy aún muy confundida. – contesta Marta sin dejar de mirar su taza.

- Marta, creo que tendrías de darte el tiempo que necesites y por el momento olvidarte del tema Sinfo, como tú dices. Permitir que tu mente se aclare. También creo que tu médico puede ayudarte con tu falta de sueño. Necesitas descansar para poder pensar. Pídele que te recete algo suave y verás cómo te sentirás mejor dentro de unos días. 

- Sí, creo que tienes mucha razón. Tengo que estar en calma conmigo misma para poder decidir lo que más me conviene. – Dice serenamente Marta sorprendiendo a Pipi con tanta sensatez. De repente, cambia de humor asombrosamente, sonríe y saca de una bolsa que Pipisí no había visto un paquete envuelto y lo pone con cuidado sobre la mesa. – Te he comprado tus favoritos, todos los que te gustan, para agradecerte tu ayuda de ayer. Gracias amiga.- Y le planta en beso en toda la cara.

Pipi reconoce el envoltorio. Es de una pastelería que le encanta. Ya se imagina lo que es: macarons. –Genial- piensa, tenía que ser hoy precisamente, con lo que me pirran a mí los macarons y ahora cómo le digo yo que no gracias, que estoy en modo operación bikini. Con lo sensible que está es capaz de suicidarse, o de volverse alcohólica o de desaparecer durante meses sin dar señales de vida…….- Esto….., gracias Marta, es todo un detalle por tu parte…– dice vergonzosa mientras abre el paquete delicadamente – Mira…, mis favoritos ¡Y me has comprado una caja de treinta! De verdad Marta no tenías que haberte molestado mujer, con las gracias hubiera bastado. – Siente que Marta la observa. Seguramente espera que se los tome ahora con el café. Sería lo suyo, después de haber sido tan amable……Y se pone a comer macarons. Su amiga la mira con gusto y golosa la imita. Para cuando Marta finalmente se va a su consulta, no quedan más de cinco pastelitos en la caja y Pipi está que trina.

-Bueno…., no pasa nada,- se dice en un intento de consolarse a si misma – esto es únicamente un pequeño retraso. Los planes no tienen por qué cambiar, solo posponerse, tendré que empezar con el almuerzo. Complacida se pone a sus cosas.

Un par de horas después Mr. Perfect llega a casa. Pipisí le da un besito suave y amoroso. - ¿Cómo llegas tan pronto hoy?- pregunta mimosona.

-Porque he tenido un día fantástico. ¿Te acuerdas de aquel proyecto que teníamos en la cuerda floja porque el cliente no se decidía a comprar? Pues ha salido todo bien y además quiere aumentar el proyecto un 20%. Estamos muy satisfechos con el resultado y para celebrarlo hemos quedado todos a las nueve para cenar esta noche en el restaurante francés que tanto te gusta. Con parejas por supuesto. Ya  he confirmado que iremos.

Pipisí está feliz por su marido y por ella también. Los éxitos de él también le pertenecen a ella, después de todo ella es la gran mujer detrás del gran hombre. Mr. Perfect siempre se lo recuerda. Él es tan inteligente y tan buen hombre de negocios. Y tan guapo. Y le quiere tanto. Después de abrazarse, besarse y felicitarse efusivamente Mr. Perfect se dirige al dormitorio. Pipi se repone de la repentina borrachera emocional por el éxito de su marido y cae en la cuenta de que nuevamente su plan estratégico bikinil tendrá que esperar. ¡Mierda!

-Joder, si sigo así no voy a empezar nunca.- reconoce poniendo morritos al aire – Meses sin ir a este restaurante y precisamente hoy que empiezo mi plan de ataque salimos a cenar. Y para más inri todo está buenísimo en este sitio…es imposible comer una ensalada. Y lo cocinan todo con mantequilla, estos malditos franceses. Y el pan es lo mejor. Y los cócteles no digamos. ¡Vaya mierda de dieta la mía!

En ese preciso instante suena el teléfono. -¡Yo lo cojo!- grita ella y descuelga el auricular conocedora de que es su madre quien la llama. ¡Qué coñazo!

-Hola mamá. ¿Qué tal? – pregunta armándose de paciencia.

- Hola hija ¡Cuánto tiempo sin hablar! Desde luego si no te llamo yo tú nunca te molestas en llamarme. Eres una descastada.- Increpa su madre con voz cantarina. Parece que siempre esté de fiesta, aún cuando se queja. 

- Sí mamá, lo que tú digas. ¿Qué tal estas, cómo va todo? – dice Pipi por decir algo. Nunca sabe qué decir.

- Pues….!Sorpresa¡ Llegaré mañana, solo te digo eso. ¿Estás contenta?

- ¿A dónde llegas? ¿A tu casa? ¿Estabas de viaje otra vez? No lo sabía – replica Pipi temiéndose lo peor. Empieza a sentir cómo un sudor frio le va bajando por la espina dorsal. Su madre vive feliz en el mundo de Yuppy y siempre ha ido a su bola.

- ¿Dónde va a ser tonta? ¡A tu casa! He decidido que hace mucho tiempo que no nos vemos, y que si Mahoma no a la montaña, la montaña no va a Mahoma…….espera, no era así ¿Cómo era? Ya me he liado…espera….-Ahora se supone que está pensando, cosa que no ocurre a menudo.

Pipi no sabe si mandar a su madre a la montaña a visitar a Mahoma o directamente colgarle el teléfono y hacer cómo si nunca hubiera llamado. Sin embargo, respira hondo e intenta entender qué tripa se le ha roto a su progenitora. – Pero…¿Te pasa algo? ¿Estás enferma?– pregunta ya algo cabreada. No se fía ni un pelo de esta demostración espontánea de amor maternal.

-¡Uy, no qué va! No necesito estar enferma para ir a verte hija, ¡Qué cosas dices!- dice su madre riéndose muy alto, ella siempre ha sido muy exagerada para todo – Cómo no estuve por tu cumpleaños quiero celebrarlo contigo. Además tengo la intención de quedarme quince días, mimarte mucho y de hacerte todos tus platos favoritos, pollo frito, croquetas, fabada, ya verás qué bien lo vamos a pasar...

- ¡¡Mamá, mi cumpleaños fue hace cinco meses!!- esto no me puede estar pasando a mí, piensa. Le sudan las manos y le arde la cara. Siente que el universo entero se ha puesto en su contra. ¿Por qué los dioses me odian, por qué? Su madre lleva años sin pisar su casa y ni falta que hace la verdad, pero ¿Por qué precisamente ahora? Recuerda con pavor las copiosas comidas de su madre. Esto es la venganza del bikini. El bikini no me quiere. ¡No, el bikini me aborrece! Para cuando me ponga definitivamente a dieta tendré que perder ocho kilos en vez de cuatro….no puede ser. ¡Así es imposible lograr nada!

La cinta de medir sigue sobre la mesa, la recoge con tristeza y contempla los números 60 y 90. Finalmente la enrolla con parsimonia y la vuelve a meter en el cesto de la costura. Cierra el cajón de la cómoda con fuerza mientras dice enérgicamente su palabra fea favorita de los últimos tiempos: “Al horto con el 90-60-90, al horto con Barbie, al horto con la operación bikini y al horto con los kilos de más. Hoy sé que efectivamente dios es hombre.” Y le sigue los pasos a Mr. Perfect de camino al dormitorio. La vida sigue.

 (continuará...)